1) Cinco años después de los atentados de Madrid, España ha hecho su trabajo manteniendo una absoluta fidelidad a sí misma: la Policía identificó y detuvo a los responsables -a excepción de los suicidas de Leganés-; la Justicia los procesó y condenó; y una vez cerrado el caso, el Gobierno se olvidó de las víctimas, que ya sólo cuentan con la inquebrantable fidelidad de esos anónimos que de vez en cuando llaman para decir aquello de “tu hijo está muerto porque tú eres una roja”.
2) La teoría de la conspiración, cebada durante cinco años con los piensos más disparatados, ha terminado por convertirse en algo perfectamente ininteligible. Cintas de la orquesta Mondragón, Josusterneras proclamando por la zona de embarque de los aeropuertos de este mundo eso de “se van a enterar estos españoles”, servicios secretos marroquíes al servicio de Génova y otros ingredientes tóxicos han aliñado la ensalada durante todo este tiempo. El medio que manufacturó el invento depositaba ayer mismo un titular -“Manzano no dio al juez restos obtenidos en un foco del 11-M”-, que ilustra por sí sólo hasta qué punto se les ha ido de las manos el asunto.
3) El PP tuvo que despenderse de sus puntales en la teoría de la conspiración en el momento en el que emitieron señales de estar empezando a creérsela. Sólo a partir de entonces, Rajoy se pudo presentar con un mínimo de credibilidad como el “candidato del sentido común”. Desde entonces, vive entregado en cuerpo y alma a la plácida contemplación de las diversas conspiraciones que han intentado dar con sus huesos en el suelo, por el momento, sin mayor éxito.
4) La ocasión sirvió para poner en práctica la convocatoria anónima de movilizaciones mediante mensajes de móvil, una fórmula que permite exhibir el motivo, pero ocultar la intención. Puede que quienes se concentraron frente a la sede de Génova quisieran saber la verdad, pero el que les convocó quería ganar las elecciones, propósito que seguramente compartía con el medio de comunicación que, sin el mayor indicio en el que apoyarse, informó de la presencia de suicidas entre los fallecidos en las explosiones en los trenes.
5) Al lanzamiento de cadáveres en sede parlamentaria, le ha seguido un discreto silencio oficial. A la espera de que Aznar localice en el mapa ese lugar que no es una montaña ni está muy lejano, queda la constatación de que el mayor atentado cometido en Europa fue perpetrado por una cuadrilla lumpen iluminada por las enseñanzas de un par de clérigos poligoneros. ¿Quién dijo ‘banalidad del mal’?