Vivimos la peor crisis desde la II Guerra Mundial, sí, ya lo sabemos. Lo que no sospechábamos es que en esta ocasión la travesía del desierto incluiría además la obligación de cargar con toda la cacharrería propia de las liturgias postmodernas, la primera de las cuales nos llega hoy en forma de woka innovador.
Organizado por la agencia vasca de la innovación Innobasque, Euskadi celebra hoy “un macro encuentro de reflexión y búsqueda de soluciones” a la crisis económica. He aquí la primera paradoja: los causantes de la catástrofe se embolsaron miles de millones por generarla; ahora, se invita a los ciudadanos a que altruistamente dediquen su tiempo a buscar esas soluciones que en las que, por otra parte, ya trabajan bajo tarifa los mejores cerebros del planeta. Sólo la certeza de que todo esto será un ejercicio perfectamente estéril alivia la sensación de vergüenza ajena.
El esquema de estos encuentros, combinaciones de 5.000 participantes tomados de cinco en cinco, se basa estrictamente en el proceso de propagación de cualquier pandemia: mesas de a cinco tertulianos, cuatro de los cuales cambiarán de grupo cada veinte minutos. Para que el contagio sea efectivo, cada mesa contará con un lápiz que pasará de mano en mano, según corra el turno de palabra.
Se ignora qué resultados esperan obtener exactamente los organizadores. A simple vista, difícilmente pasará de una prolija antología de lugares comunes porque, ante la hipótesis de dar con una idea potencialmente innovadora y eficaz contra la crisis, pocos lugares se antojan menos adecuados para soltarla como un woka de éstos.
No obstante, la iniciativa demuestra que por mala que sea la situación, siempre hay alguien que recoge frutos. La propia celebración del woka certifica que siempre hay una forma de darle la vuelta a cualquier calcetín, de la misma forma que para todo desahuciado hay un curandero. Dicho de otra forma: ¿por qué no había wokas de la innovación mientras el crecimiento económico parecía imparable e infinito?
Sin embargo, tan seguro como que todo este café no irá a ninguna parte lo es que sus organizadores no se darán por vencidos fácilmente. Esto es una forma de vida, señores. A continuación llegarán los macrochill-out empresariales o incluso los paintballs interdepartamentales.
Recuerda; la crisis es muy peligrosa, pero no tanto como los encargados de gestionarla. Sabremos que la crisis ha terminado cuando ya nadie pretenda invitarnos a café como sustitutivo de ir a rezar.