El nivel cultural medio de una ciudad se refleja no sólo en su programación de música, cine, teatro y otras artes escénicas, sino también en el nivel de las pintadas anónimas que pueblan sus paredes. Y aquí también San Sebastián exhibe un preocupante déficit.

Así como en los váteres públicos y los servicios de los bares proliferan las creaciones con un mínimo ingenio, una cierta destreza en el trazo y una apreciable creatividad, extramuros la cosa ha llegado a unos niveles intolerables que, en absoluto, nos hacen justicia.

Hasta ahora, el mojón que marcaba el límite de la más absoluta inoperancia pictórica se situaba en el rijoso “tonto el que lo lea”. Sin embargo, tras las pintadas realizadas en la madrugada del martes en las recién rehabilitadas murallas de Urgull, hay que reconocer con enorme consternación que hemos tocado fondo, y lo que es peor, seguimos escarbando.

Deberán ser los críticos y comisarios de arte contemporáneo quienes analicen detenidamente los garabatos, pero una primera lectura delata un cierto grado de analfabetismo estético en sus autores.

Alguien que se autodefine como “komando triposo con ganas de joder” se sitúa fuera de todas vanguardias del momento, amén de evidenciar una desmesurada autoestima, quizás no del todo justificada. En cuanto a la firma Segi, prueba una vez el alcance de la infiltración lograda por las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado en tareas de desprestigio.

También habrá quien lea las pintadas en clave de ‘olas de energía ciudadana’, pero en ese caso habrá que convenir igualmente en que nos encontramos ante ésas que llegan a la orilla saturadas de micción infantil.

Ésta una sociedad libre basada en los derechos y obligaciones. Si alguien quiere volcar sus inquietudes interiores en el difícil mundo de la pintada clandestina ha de saber que en modo alguno estamos dispuestos a renunciar a unos mínimos criterios de calidad. Sus pintadas nos retratan “como pueblo”, que dijo el bardo, y en este caso concreto, resultan bochornosas por chabacanas, ramplonas y carencia de originalidad.