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Alberto Moyano

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Semana Grande: Diario de un 'nagusiman'

“La fiesta es transgresión, ruptura de las convenciones, quiebra de la cotidianeidad. Por eso, a las once de la mañana ya estoy en la Plaza Easo, introduciéndome en la práctica del Tai Chi, ataviado con el chándal multicolor con el que los domingos voy a comprar el pan y el periódico.


Antes, he pasado por Alderdi Eder para asistir, con el corazón en un puño, a un par de partidos de Street Basket. Ni que decir tiene que la sesión de Tai Chi me sirve, no sólo para reencontrar mi equilibrio interior y la estabilidad que tanto necesitaba tras la agitación baloncestística, sino para recolocarme el pantalón del chándal, que con tanto salto y contorsión se me había descolocado.


Tras asistir a la llegada al muelle de los participantes en la travesía Getaria-Donostia a nado, ejecuto con la máxima pureza algunos ejercicios en los hinchables del Boulevard. Luego, regreso a casa, donde me aguarda un almuerzo frugal a base de verduritas y agua sin gas, seguido de una siesta antes de los toros.


Ilumbe sigue sin levantar cabeza. Apenas media entrada. Un gin-tónic entre el tercer y cuarto toro. Del resto no me acuerdo. Por eso, asisto a la tertulia taurina.


Este encuentro es una prolongación de la fiesta y como tal, tiene su propia liturgia. Básicamente, se trata de ponderar los méritos del matador de turno que cada día está invitado a la tertulia. Una vez llegue a la sala, se resaltará su valor, ensalzarásu faena, elogiará su temporada para, finalmente, despedirle en una orgía de calurosos abrazos, deseándole todo tipo de parabienes y la suerte que se merece.


Al día siguiente, ya en ausencia de la estrella de la víspera, se rebajará el entusiasmo, se matizarán sus méritos y, en su caso, se le pondrá a caldo, mayormente, por farsante ante animales del género lanar.


Cumplido el rito, tomo rumbo hacia la Bahía de La Concha, con tiempo para regalarme un helado. ‘Y que sea doble, qué demonios -le grito a la heladera, ante el estupor de los niños que esperan turno-, que estamos en fiestas! ¡Sí, sí, sí, pistacho y almendra!’


Concluido el espectáculo pirotécnico, vuelta a casa, andando, claro, para relajar. Antes de ir a la cama, una aspirinita, que mañana sigue la juerga y hay que estar a tono”.


agosto 2009
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