Como era de esperar, la jornada donostiarra dedicada a la candidatura a Capital Cultura Europea 2016 tuvo un marcado carácter infantil -¿y pueril?- que paradójicamente evitó el desastre.
Los niños, algunos incluso de hasta bien entrados los cuatro años de edad, acudieron al rescate de unos actos que, según el relato oficial, deberían galopar a lomos de la participación popular. Sin embargo, la permanente incomparecencia pública de las Olas de Energía Ciudadana -más por desconocimiento que por desinterés- comienza a provocar dudas incluso sobre la propia existencia del fenómeno.
Afortunadamente, el retén de guardia infantil, un colectivo cautivo y entregado capaz lo mismo de salvar las cifras de cualquier exposición que de dejarse conducir hasta la réplica de la cueva de Ekain, acudió a la cita para llenar de dibujos y frases ingeniosas las tiras de papel colocadas a tal efecto en el Boulevard.
Horas más tarde, la iniciativa ‘500 cometas por la paz en el mundo’ -¿era necesario recurrir al acervo cultural de los concursos de misses?- tomó La Zurriola, capitaneada por los componentes de La Oreja de Van Gogh. Si bien es cierto que volaron algunas cometas, también lo es que su número estuvo tan cerca de la de 500 como la paz de reinar en el mundo.
De todo hay que extraer enseñanzas positivas, que dirían los mejores manuales de autoayuda. Sirva la jornada de ayer para evitar en el futuro escrupulosamente cualquier iniciativa vinculada a Donostia 2016 que requiera de la participación popular, única fórmula para garantizar que los ya de por sí agónicos ‘idea fuerza’ y ‘ejes tractores’ lleguen con vida al primer corte de ciudades candidatas.