La economía mundial comienza a lucir los famosos ‘brotes verdes’. Se cumple así aquella profecía salida del Salón del Esoterismo, aunque con una única pega: por el momento, la incipiente recuperación sólo afectará a los países serios, lo cual excluye de raíz a España, seguramente, por largos algunos años.
En estos asuntos, el país acumula una amplia experiencia, dada su secular tendencia a apuntarse a todos los hundimientos y a marginarse de todas las recuperaciones. Los motivos son siempre de lo más variopintos y el plan Marshall constituye el último ejemplo.
Mientras tanto, las alternativas de supervivencia aún disponibles se reducen a: 1) aferrarse a los restos del naufragio; b) profundizar en la economía sumergida; y c) acogerse a ese mapa de la irracionalidad humana que son las ayudas de Zapatero. Hasta que la ola pase.
La superconvulsión económica ha generado, además, un enorme equívoco, consistente en considerar la crisis como prueba irrefutable de la necesidad de refundar el capitalismo.
En realidad ha sido justo al revés. El hundimiento de la economía mundial en un ambiente de melancolía general ha probado el carácter imbatible de un sistema capaz de saltarse todas sus reglas para finalmente salir siempre a flote.
Los monstruosos beneficios obtenidos durante años por unos pocos apenas pueden rivalizar con las descomunales ayudas recibidas por ellos mismos. ¿Refundar el capitalismo? Será una broma. ¿Acaso existe algún otro barco capaz de hundirse para volver a emerger sin que los naúfragos, no ya muevan un sólo dedo, sino incluso acierten a solicitar el libro de reclamaciones?