La noticia más íntimamente sobrecogedora publicada en los últimos años no hacía referencia a los efectos de un terremoto, ni a las macabras imágenes de un accidente aéreo o algo por el estilo, sino a la aplicación de un revolucionario ingenio urológico que, tras ser introducido por el pene, se despliega cual paraguas en el interior del paciente para proceder a la destrucción de piedras en la vejiga urinaria.
Las informaciones en torno a los distintos avances médicos comenzaron colándose discretamente en las páginas de sociedad y los programas deudores del ‘Saber vivir’ para acabar saltando a las portadas de los periódicos y las aperturas de telediarios.
En paralelo, interminables series protagonizadas por facultativos de todas las ramas de la medicina han terminado familiarizándonos con expresiones tan espeluznantes como “está fibrilando”, “cógele una vía” o “lo hemos perdido”.
Se da por supuesto que está plaga invasiva no responde al sadismo de los responsables de los medios, sino al interés del público, cuya curiosidad malsana alcanza ya todos los ámbitos.
Así, la audiencia sigue estos días minuto a minuto los detalles en torno al primer trasplante de cara -y si ésta es el espejo del alma, habría que hablar casi de transmigración- practicado en España y la evolución del postoperatorio.
Seguramente, sería una gran decepción si no se emitieran en breve las declaraciones del cirujano-jefe, primero, y las imágenes del resultado de la operación, después.
La cosa tampoco se ha detenido ahí porque tras ser puntual y minuciosamente informados sobre los puntos de anclaje del nuevo rostro, las dificultades de una operación tan larga y el número de especialistas que han participado en la misma, también sabemos ya que el donante era, al parecer, una víctima de accidente de tráfico.
Más allá de la perplejidad, tampoco hay que descartar que finalmente todo este espectáculo sanitario en forma de su forma más ‘gore’ posea ciertos efectos didácticos, pero en ese caso sería enorme la paradoja consistente en saber tanto sobre los trasplantes de cara y tan poco sobre la Gripe A, más allá de que conviene lavarse las manos, especialmente, si te las acaban de implantar.