Puede que Ricardo Costa sea definitivamente un hombre de otro tiempo, pero por desgracia para algunos, no lo es de otro lugar. En rigor, habría que reconocerle un mérito: el de inaugurar la figura del antítesis del tránsfuga. Si éste huye del partido llevándose puesto el cargo, el ¿secretario general? de los populares valencianos insiste en quedarse en el cargo llevándose consigo el partido.

Asusta pensar qué satisfacciones diarias extrae este hombre  del desempeño de su labor para que se haya tenido que llegar a la suspensión de militancia por parte del PP, una formación que no toma medidas contra un militante, así sea atrapado en el interior de una caja fuerte.

Su perseverancia a la hora de ignorar las medidas tomadas en su contra ha llegado al punto de provocar que Mariano abandone las profundidades de  su sofá para adoptar medidas punitivas en lo que, en su caso, constituye un tiempo récord. Ahora empezamos a intuir que cuando Ricardo optaba por el interiorismo negro para su nuevo coche no lo hacía animado por motivos estéticos, sino por el irrefrenabgle deseo de conducir un vehículo hecho a su imagen y semejanza.

Ric no es hombre que se rinda fácilmente. Antes al contrario, su inspiración emana directamente de aquellos soldados japoneses que, aislados del mundo e ignorantes de todo, continuaban emboscados en la selva cuarenta años después de que hubiera acabado la guerra.

Por eso, sería ingenuo pensar que a la luz de los
acontecimientos nuestro hombre iba a llegar a la conclusión de que su condición de militante popular ha
quedado en suspenso. De hecho, a estas horas estará ya redactando la convocatoria de una clarificadora rueda de prensa. por
supuesto, en la sede del PP valenciano y firmada por
su legítimo secretario general.