A la luz de los datos que se han publicado en torno a los análisis realizados en las aguas del Ebro, se diría que Agustina (de Aragón), más que un nombre propio, es un estado de ánimo colectivo.
Y es que el río carga cada año en sus aguas con 620 kilos de cocaína y otros 430 de otras sustancias -entre ellas, el Pro.zac-. Desde este punto de vista, el Plan Hidrológico Nacional es pura y simplemente narcotráfico, y cualquier trasvase, trapicheo. Se dirá que la proporción de droga en el agua es mínima, pero seguro que hay ‘camellos’ que han hecho fortuna con dosis más cortadas aún.
El análisis, realizado por el Consejo Superio de Investigaciones Científicas, revela además que los puntos urbanos que se encuentran en su trayecto son los mayores consumidores de droga, con la sede oficial de la Virgen del Pilar -en adelante, Virgen del Pillar- en cabeza. Los picos de consumo los fines de semana duplican a los de los días de labor, prueba de que aún hay mucho por hacer. En todo caso, parece indiscutible que sólo el agua podía ser el eje central de la pasada Expo.
Sería precipitado atribuir el rostro de estupor del alcalde zaragozano al desmedido consumo de agua de grifo, pero estos datos también multiplican por dos los registros detectados en otras urbes como Londres o Milán. De ahí, podría decirse, la tendencia a ver brotes verdes -e incluso de varios colores- en cualquier parte.
El informe, que se presentó ayer en San Sebastián en la confianza de que las aguas del Añarbe presentan una pureza extrema apenas mancillada por los rastros de Via.gra, estima el gasto anual español en esta droga en 1.100 millones de euros, invertidos en 36 toneladas de farlopa. Y si estas cifras, susceptibles de ser revisadas a la baja por lo de la crisis, no nos colocan entre los siete grandes (G-7), que baje Pablo Escobar y lo vea.