Si todo transcurre por los cauces previstos, los marineros del ‘Alakrana’ encontrarán a su regreso a España una bronca política de mil pares de narices que, al menos, servirá para que de inmediato recupereren esas sensaciones que, tomadas en su conjunto, resumen la expresión “sentirse como en casa”.

Con una diligencia que ya quisieran para sí los piratas somalíes, la oposición se ha lanzado a degüello contra el Gobierno por su calamitosa gestión del secuestro. Y hay algo de injusto en todo esto porque, además de con los piratas, los mediadores, la Audiencia Nacional y las familias de los secuestrados, ZP ha debido lidiar con Carme Chacón, María Teresa Fernández de la Vega, Francisco Caamaño y prácticamente el resto de los ministros, en un guirigay del que hasta podría salir reforzada Bibiana Aído, y con esto está todo dicho.

Rajoy considera, con razón, que España ha quedado en evidencia. Una vez más, cabría añadir. Su opción preferente hubiera pasado por sentarse a leer el ‘Marca’ y esperar a que transcurriera el tiempo, ese aliado de Mariano, hasta que finalmente los piratas se hubieran presentado uno a uno y voluntariamente en la Audiencia Nacional, estrategia que, por inverosímil que parezca, al líder popular siempre le funciona.

Mucho más audaz es la posición de Basagoiti, memorable equilibrista que ya ha adelantado que el Gobierno central lo ha hecho todo fatal, mientras que el Vasco lo hecho todo bien, una opinión tan respetable como todas las demás pero al menos, mucho más original.

Del que no se sabe aún nada es del lehendakari Patxi López, aquejado de una ciática que, vista con la perspectiva que da transcurso del tiempo, ya anunciaba aquel posado en contorsión para las páginas de ‘Vanity Fair’.