La actualidad informativa se compone de hechos verdaderos y simulaciones, algunas de estas extremadamente sofisticadas. Diferenciar los unos de las otras se ha convertido en tarea periodística, una misión a medio camino entre la psquiatría criminal y ‘Cuarto Milenio’.

En efecto: el niño no viajaba en el globo cuyas tribulaciones aéreas fueron retransmitidas en directo por las televisiones de todo el mundo a petición de sus padres; no, Diego no había abusado de su hijastra hasta la muerte, tal y como parecía desprenderse del informe médico.

No es un fenómeno atribuible exclusivamente a la velocidad con la que se transmiten las noticias. El ex presidente de la Amicale Mauthausen, Enric Marco, que nunca estuvo preso en Flossenburg, mantuvo la impostura durante treinta años; la catalana que presidió la Asociación de Víctimas del 11-S, pero jamás trabajó en las Torres Gemelas, aguantó algo más de un lustro. 

En el apartado vasco, el fenómeno se ha convertido ya en un subgénero que ha alumbrado piezas como la de ‘Bartolo-el-concejal-que-se-secuestró-solo’, el del sargento que hace siete años se disparó a sí mismo en Loiola para simular un atentado y quien sabe si el del presunto miembro de ETA que apareció en un pueblo de Francia con un tiro en la mano, según dijo Interior, una forma como otra cualquiera de quitarse de en medio.

El guardia civil de Leitza que ayer recibió un balazo en el brazo viene a sumarse, en grado de presunto, a la lista de impostores. Si, tal y como sostienen fuentes policiales, los terroristas adolecen cada vez de peor preparación, no se puede decir lo mismo de estos autoterroristas. El presunto montaje de ayer constituía un relato más que pausible. Sólo fallaron los materiales para su construcción, en este caso, algo grotescos.

Urge poner fin a este tipo de actos que, a la larga, siempre acaban dividiendo a la sociedad entre, por un lado, los partidarios de una negociación psiquiátrico-política del Gobierno con los impostores y, por otro, los que defienden la aplicación de la ley, esto es, el procesamiento de estos elementos bajo la acusación de integración en banda armada.  Al fin y al cabo, la versión policial de lo acontecido ayer en Leitza apunta a que el herido atentó en nombre de ETA contra un agente de la Guardia Civil.