La llegada de España a la Presidencia Europea de turno para los próximos seis meses ha sido saludada por el prestigioso ‘Financial Times’ con calificativos como “torpe”y “anodina”.
Esto hace que se agudice nuestra identificación con el semestre español, desde la certeza de que todos y cada uno de nosotros fuimos recibidos con idénticas palabras por nuestros vecinos cuando nos tocó hacer de administradores de la comunidad. Es más: el ‘Financial’ pone también a caldo anteriores experiencias españolas, con Felipe González y Aznar al frente, es decir, exactamente igual que hace cualquier comunidad de vecinos sana.
La oposición conservadora -¿conversadora?- ya ha reprochado a ZP su reunión con los tres jnetes del Apocalipsis del paro -Solbes, Delorz y González- y aunque, en efecto, resultan tan extraños los nombres como las fechas elegidas, uno respira tranquilo al recordar que, al menos, no estuvieron Pizarro ni Díaz Ferrán.
En realidad, lo que acojona a Europa no es tanto la tasa de paro española, su descomunal endeudamiento o cualquier otro dato económico, como la sensación de flojera mental que dejó Zapatero en Conpenhague con aquello de que “el viento pertenece a la Tierra” o quizás fuera a lrevés.
Pero sucede que las críticas internacionales a la Presidencia española, basadas en que se no va a hacer nada, obedecen a un malentendido. Y es que todo eso del liderazgo está sobrevalorado. En su grado hiperactivo, suele ser fuente de catástrofes.
Por el contrario, en determinadas situaciones, lo mejor es permanecer en actitud de reposo. Parece mentira que sean precisamente los súbditos de Rajoy quienes se empeñen en simular que desconocen esta regla de oro.