En una semana en la que dos presuntos etarras aparecen ataviados con la ‘roja’, un funcionario de Esperanza Aguirre proclama el asco que le produce ser español, el presidente de la Comunidad Valenciana se confiesa al borde de la indigencia y un cura se prostituye por tierra, mar y aire para pagar sus deudas con el teléfono erótico, parecía cuestión de tiempo que algún vocal de la Comisión de Seguridad Vial fuera sorprendido ebrio y al volante de un coche.
Le ha tocado a Nacho Uriarte, del mismo partido lógicamente que aquel que protagonizó la zarzuela “¿Y quién le ha dicho a usted que yo le pido que conduzca por mí?”. En el aire queda la incógnita de qué necesidad tuvo el dirigente conservador de embocharrarse en medio de una realidad tan lisérgica.
El vehículo de Uriarte, cuya condición de presidente de las juventudes del PP a sus treinta años induce a pensar que lo del retraso de las jubilaciones va en serio, colisionó con otro coche el pasado viernes a eso de las siete de la mañana. Practicada la prueba de alcoholemia, duplicó la tasa permitida. En su favor hay que decir que al menos tuvo el detalle de accidentarse en la calle Serrano, feudo conservador donde los haya en el Madrid de los Aguirres.
Todas las incoherencias citadas en el primer párrafo son inocuas, salvo de la de Uriarte. A la ‘doble moral’ que tantas veces campa por sus respetos en las filas de los partidos políticos, se suma la amenaza potencial que Uriarte fue, al menos este viernes, para los demás.
La fórmula puesta en marcha para zanjar el asunto pone de manifiesto la caradura de algunos, que primero acumulan cargos ornamentales para, en caso de necesidad, ir soltando lastre Así, Uriarte dimite como vocal en la citada comisión, pero pretende seguir como diputado. Y seguro que lo consigue.