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Alberto Moyano

El jukebox

Sin periódico

“Además de en Año Nuevo, nos quedamos sin periódicos cada vez que el hijo de dios va a nacer o va a resucitar. Una paradoja. Buenos días, me llamo El Jukebox y soy adicto.


El vicio de la lectura de periódicos está arraigado en mí desde la más áspera infancia. Habrá quien haya llegado a la lectura de los diarios tras iniciarse con otras drogas más blandas, como el café y el tabaco. No es mi caso. Comencé a leer periódicos antes de la primera calada y no descarto que el proceso fuera el inverso.


Con la perspectiva que da el tiempo, sospecho que el mal ejemplo y la disponibilidad fueron decisivos. Es que siempre hubo periódicos en el hogar familiar y, en tiempos remotos, hasta dos: el matutino y el vespertino. Y cuando en un período de apreturas económicas, se planteó la posibilidad de dejar de comprarlo a diario, las buenas intenciones duraron dos días: al tercero, la medida había sido ya derogada, así que me ofrecí voluntario para bajar a comprarlo.


Luego, pasaron los años y seguí leyendo periódicos, con una fidelidad que ojalá hubiera observado en causas más nobles. E incluso lo he seguido haciendo en estos tiempos en los que cada problema social, cada desgracia, cada neurosis, individual o colectiva, encuentra su causa última en el periodismo, no digamos ya si es el escrito, hijo de mil y una manipulaciones, frente a las verdades redondas, prístinas y desinteresadamente anónimas que emite internet, el único lugar en el que aún es posible leer que EE UU provocó el terremoto de Haití y en el que todos los días se muere de sida algún famoso, generalmente, el mismo famoso.


Por cierto, días como hoy, llamados a incentivar el desenganche del hábito a través del tratamiento sustitutivo de las ediciones digitales, sólo sirven para acentuar la dependencia, a la vista de las infinitas deficiencias, y no sólo estéticas, que lastran los diarios en la red.


Descartada por razones étnicas la posibilidad de hacerme un ‘periodista de raza’, opté igualmente por el periodismo, no para escribir en las páginas de los diarios, sino por ser el único oficio en el que puedes leerlos en el puesto de trabajo sin que el jefe te diga ni mú. Cuando desaparezcan los periódicos, amén de quedarme sin sueldo, me voy a aburrir mucho por las mañanas.


En días como hoy, los adictos irrecuperables echamos de menos el periódico igual que al manco le sigue picando el brazo tiempo después de amputado. Es una nostalgia total, íntegra e inapelable, extensible incluso a esos largos y prolijos reportajes en los que se documenta la inminente desaparición de la prensa escrita, una noticia que, antes de se produzca, ya ha sido reiteradamente anunciada por los propios rotativos, impacientes por ver cumplida su profecía aunque sólo sea para poder escribir aquello de ‘tal y como ya adelantó este periódico…'”.


 


abril 2010
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