Los donostiarras nos caracterizamos, entre otras cosas, por cruzarnos los unos con los otros en la vida un mínimo de dos veces. Así, la antigua novia reaparece años después convertida en tu jefa, el vecino irrumpe como tu abogado de oficio y aquel compañero de pupitre es ahora tu vecino de tu escalera.
De Juana Chaos es la pertinaz excepción a esta regla. Por una cosa o por la otra, una y otra vez acaba regresando a las portadas, pero siempre dentro de la más estricta fidelidad a sí mismo. Entiéndase bien: no es un reproche, tan sólo un cansino lamento. Primero fue su detención, luego sus cartas desde la cárcel y sus planes de fuga, más tarde sus protestas, a continuación su excarcelación, y por último, su marcha a Irlanda, seguida de la correspondiente demanda de extradición.
Ahora hay varias mesas sin atender en un par de terrazas de Belfast, en las que aún hay clientes esperando su Guinness. Todo apunta a que el ex camarero se ha fugado hace un mes y aunque debía presentarse a diario en comisaría, el agente encargado se ha tomado sus reiteradas incomparecencias con la misma resignada indolencia con la que el irakasle de PatxiLo soporta sus txikarras: “Estará muy liado”.
Lo terrible del caso es que su irrefrenable tendencia a llamar la atención garantizan que la desaparición en ningún caso será definitiva. Más pronto que tarde reaparecerá, quién sabe si transformado en vendedor de helados, conductor de autobús o creativo publicitario. Y otra vez vuelta a empezar.