La alternancia en el poder es la esencia de la democracia. Lo que pasa es que ZP ha decidido no esperar a las elecciones generales para poner en marcha el programa del PP. Dos años y un Solbes después, el presidente del Gobierno ha descubierto por qué lleva tantas manos perdidas, a pesar de jugar con una carta de más y acumular ases: no era el póker, era el mus.
En otros sistemas las cosas quizás funcionen de manera diferente, pero en el actual las malas noticias son siempre las mejores. No trabajamos para el país, sino para los mercados y éstos se estimulan a base de recortes, bien de derechos, bien salariales, a poder ser, de ambos.
Cualquier empresa del Ibex-35 que anuncie despidos verá aumentar su cotización en Bolsa. A los empleados del estado se les llama funcionarios. Descartada la opción de reducir su número, sólo queda reducirles el suelo. A todo esto, un abaratamiento del despido garantizaría ahora mismo la conversión de los parqués bursátiles en un sambódromo infatigable.
ZP ha intentdo aplicar a la crisis económica el mismo tratamiento que Rajoy a sus crisis internas, la parsimonia, pero lo que en el segundo caso acababa diluyéndose en el primero ha terminado por agudizarse. Por cierto, el líder del PP ya ha elevado la voz para anunciar que no soporta contemplar cómo se recortan tanto los derechos sociales.
Ahora sólo queda declarar abolido el bipartidismo que de facto venía funcionando con éxito en España y abrazar el único modelo de gestión posible. Cuál de los dos partidos lo aplicará, es una mera cuestión de subcontratas.