‘Lau teilatu’ es ese tipo de canción de la que los clásicos suelen decir que forma parte de la banda sonora de nuestras vidas. En este caso, de la al menos un par de generaciones de vascos, circunstancia que nos lleva a pedir otro kalimotxo apenas escuchamos eso de “hemen gaude”, prisioneros de la teoría de los reflejos inducidos.

Después de unos años desaparecida, la canción ha regresado y encima en formato intermodal, que lo mismo aparece en anuncios televisivos que en películas o quincenas musicales. Es hora que reconocer que estamos ante un himno inmortal y a la vez mortal. Y viceversa.

Ahora salta a la sección de Deportes, desde donde nos informan de que la canción acompaña un vídeo que los jugadores de la Real ven en el vestuario de Anoeta, antes de un partido clave -y cuál no lo es, cabría preguntar-. La noticia deja en el aire la cuestión de qué pasa con el himno del centenario.

La idea, que sin duda tiene en Songo’o a su autor iintelectual, fue recibidda con alborozo por Nsue y Diego Rivas, libres ambos de los prejuicios que atenazan al resto de la plantilla. Al término del encuentro, deberían ser obsequiados todos ellos con una atenta escucha de ‘La bien pagá’, en la versión de Bebo Valdés y ‘El Cigala’, por supuesto.

La iniciativa es preocupante en la medida en que la experiencia demuestra que todo experimento deportivo-emocional acaba trasladándose tarde o temprano a la actividad laboral, de modo que al mínimo descuido puedes sorprenderte asistiendo a ucha charla de formación a cargo de Valdano, Guardiola o, peor aún, la himalayista de turno.

Por cierto, será curioso comprobar la próxima temporada los resultados de enfrentarte a base de ‘Lau teilatu’-al fin y al cabo, un himno a la burbuja inmobiliaria- contra equipos que se estiimulan mediante raciones de ‘Gladiator’ y ‘Braveheart’.

En cualquier caso, he de admitir que el sistema funciona. De hecho, confieso que he recurrido a cuatro escuchas consecutivas de ‘We are the world, we are the children’ para escribir este post. Con toda seguridad, no hará falta que lo diga, pero necesito hacerlo: ha sido horrible.