En un mundo tan rimbombante como el de las negociaciones de paz, mediaciones internacionales y acuerdos de alto el fuego, sembrado de nombres tan imponentes como Yalta, Camp David, Dayton, Stormont o Viernes Santo, resulta descorazonadora la irrupción de la ‘Vía Txusito’, denominación que entre ETA y ‘El Mundo’ dan a un supuesto canal de contacto entre la primera y el presidente del PSE, Jesús Eguiguren.

Hubo un tiempo en el que también el llamado conflicto vasco participó de esta tradición. La historia aparece jalonadade citas que parecían el título de una obra de Navarro Villoslada -las reuniones de Txiberta-, otras que imitaban las novelas ejemplares de Cervantes -las negociaciones de Argel-, las que aparentaban ser partidos de Preferente -Lizarra-Garazi-, o incluso cismas de la Iglesia Católica -las conversaciones de Loiola-.

Ahora aparece la ‘Vía Txusito’, denominación que, más allá de su existencia real o no, constituye un sabotaje en sí misma, indigna hasta para designar un método de enseñanza preescolar y cuya mera enunciación evoca inevitablemente al recorrido de un trenecillo turístico por la ciudad. He aquí otra prueba de la degradación imparable en la que vivimos.

Su hipotética existencia alumbraría la posibilidad de que desembocara en un aún más hipotético éxito. A ver quién es el guapo que se presta a acudir a los congresos internacionales sobre resolución de conflictos violentos para defender una ponencia titulada ‘La Experiencia Txusito: epistemología y método’. 

Por lo demás, el PSE sigue condenado a gobernar con un socio preferente que le considera poco más o menos un alcohólico en rehabilitación, siempre presto a castigar severamente sus recaídas, tanto las reales como las imaginarias.

Hay lugar hasta para los ‘faroles’: la amenaza ‘popular’ de reventar el Ejecutivo Vasco suena más o menos como aquélla de “que se presenten ellos a las elecciones”, dirigida a su cúpula de Madrid. Es lo que tiene el recurso indiscriminado al órdago: que se desgastan progresivamente sus efectos.