De Corea del Sur apenas manejamos un par de referencias y no excesivamente gratas: por un lado, aquel inolvidable y sin embargo olvidado Lee Chung Soo, que tuvo que abandonarnos cuando aún no habíamos consensuado la pronunciación de su nombre. Por el otro, Miss Oh, la versión simpática de ‘El Correcaminos’.

Ahora, nos enteramos de que estamos irremediablemente unidos con ese búnker nacional llamado Corea del Norte por medio de una serie de carambolas comerciales. Y es que camisetas fabricadas por la empresa Astore han acabado en manos de la selección de fútbol ese país. Si el fútbol es la continuación de la guerra por otros medios, estamos ante el nacimiento del eje Arrasate-Pyonyang.

En un rapto de modestia, la firma de equipamientos deportivos ha relativizado sus méritos y no ha tardado en atribuir la proeza de haber colocado sus productos en el impenetrable régimen norcoreano a los rigores de una economía globalizada. De hecho, no consta que el Gobierno de Kim Jong-Il vaya a abonar la transacción, ni siquiera en ojivas nucleares, no digamos ya en moneda de curso legal.

Sea como fuere, la operación se inscribe plenamente en la impecable trayectoria de Astore, que lo mismo equipa a la Real Sociedad, líder de Segunda, que al citado Jong-Il, se mire como se mire, otro Gran Líder, si bien es cierto que en ambos casos ostentan tal condición en condiciones precarias.