He sabido que ya había vuelto de vacaciones esta mañana, cuando he atravesado un control de carretera de la Policía Nacional. Controles policiales hay en muchas partes, pero sólo aqui desprecian a los usuarios del autobús dejándoles pasar sin más dilación, bien sea por negligencia, bien en apoyo al transporte público sostenible y no sé qué.
Por lo demás, hay que ver cómo son los mercados. En el día a día, no los ves crecer, pero te vas un par de semanas y a la vuelta te cuesta reconocerlos: “Tú debes ser Ibex, tú 35 y ¿tú? ¿Quién eres? ¿Standar o Poor’s?” Sea como fuere, están ya hechos unos hombrecitos. Cuando me fui apenas manejaban en el país en liderazgo compartido con el Gobierno nominal, pero ahora ya mandan en régimen exclusivo. Hay que dejar paso a los más jóvenes y a éstos ya sólo les falta hablar.
También se cumplió la profecía y al tercer año, resucitó la Real. Como es lógico, apenas consumada la proeza los jugadores corrieron a agradecérselo a la Virgen de Arantzazu, que este año ha terminado de explotar, no ha parado de ofrecerse en todas las jugadas, de tirar desmarques y si ha pecado de algo quizás haya sido de abusar de individualista en las conducciones del balón.
En cuanto al Mundial, hay quién dice que no puede apagar la tele porque de inmediato comienza a escuchar en su cabeza el sonido de las vuvuzelas. En cuanto a los detalles de calidad futbolística vistos hasta ahora, si los ha habido se han producido en la banda a cargo de un tal Maradona.
Esta noche juega Sara Carbonero. Rajoy ya ha mostrado su apoyo incondicional a la selección. Preguntado sobre a quién quiere más, si a Luis Aragonés o a Del Bosque, no ha dudado: “Nuestro seleccionador ahora es Del Bosque y en este momento hay que estar con él a tope”. Y es que, en efecto, el sentido de estado exige altura de miras. Y para todo lo demás, España es como Grecia o peor -mejor- aún: como Hungría.