Llámame patriota de pacotilla, pero ando convencido de que la cosa pública debe contar con los mejores -o por lo menos con unos cuantos- y lo mismo me da si hablamos de Osakidetza que de EITB. Desde ese punto de vista, el Más Que Palabras de Javier Vizcaíno -en curso, su despedida de la emisora- ennoblecía la programación de Radio Euskadi, entiéndaseme, la de antes y la de ahora, así que ya sabemos quién sale perdiendo en todo esto, por no citar a la audiencia.
En lo personal, desearé suerte al hombre y a su equipo, pero he de confesar que su mudanza supone un gran alivio. Definitivamente, el programa envenenaba mis mañanas de fin de semana, un espacio que, a falta de otro mejor, había reservado históricamente a la escucha de discos.
MQP cercenó primero y erradicó después este hábito. No lo hizo de golpe, sino poco a poco. Primero era: “Bueno escucho la Mesa a Tres Bandas y luego pongo el disco”. Luego: “Vale, escucharé también la entrevista y después el disco, que creo que no es muy largo”.
En efecto, la cosa no paró ahí. “La Mesa a Tres, la entrevista, el área de servicio y luego, el disco. Bueno, primero bajo al recado y luego el disco. Ah, vaya, se me había olvidado el Muguruza, que también va ahora”. Pero el tiempo fue pasando y no había tema: llegaban los servicios informativos y me decía: “Un momento, voy a escuchar el adelanto de la próxima hora, no vaya a ser que me pierda algo interesante”.
Así, a lo tonto -que es como mejor se hacen las cosas- más de un día me han dado las dos. Y con todos los respetos, la radio está muy bien, pero también tengo otras cosas que hacer. Me enganché a lo loco, creyendo que yo controloba pero que lo podía dejar cuando quisiera. Una falacia.
En otras palabras: me puedo enganchar a cualquier programa o sección de tele, radio o prensa, si hablan del libro electrónico, de músicos o de editores -y en MQP lo hicieron-, pero la adicción se revela más grave si escucho atentamente ‘Planeta Aranzadi’ o ‘De Cabeza’.
-¿Qué haces oyendo ‘Sin cita previa’ si tú huyes de los espacios de medicina?
– Tsss, parece que hablan de enfermedades, pero sólo lo parece, aquí se están ventilando cosas más profundas-, replicaba, pero en el fondo sabía que estaba completamente inoculado. Llámalo periodismo, llámalo comunicación, estamos hablando de lo mismo.
Durante el último año también colaboré en el programa, limitándome a reproducir en el estudio como contertulio lo que ya hacía en la cocina de casa como oyente, esto es, explicando a los otros miembros de la Mesa a Tres Bandas cuán profundamente equivocados estaban. Con argumentos de peso, claro. Y sobre todo acertanto, desbarrando, riendo, enmudeciendo e incluso haciendo el ridículo. Desde la serenidad democrática, la vida misma.
Dicho lo cual, cierro el texto. Que los que se van y los que se quedan pillen buenas olas, que es al final de lo que se trata.