Entre la batería de ideas que la candidatura donostiarra a la capitalidad cultural europea 2016 ha puesto sobre la mesa hay una especialmente interesante y que presuntamente está llamada a convertirse en uno de los puntos fuertes del programa.
La idea se resume en la frase: “Hay que formentar la cultura y la educación porque ambas nos protegen de la barbarie”. Hay que reconocer que la propuesta es sugestiva y que en un mundo perfecto la fórmula funcionaría con la precisión de un mecanismo infalible. Es más: hay que reconocer que estamos todos muy perdidos y que, efectivamente, a algo hay que agarrarse.
Sucede que puesta en contacto con la engorrosa realidad, la teoría se cuartea primero y descascarilla después. Sea porque hay que positivar, sea porque los responsables de Donostia 2016 son un poco hippies, lo que la candidatura propone es un relato en el que el ser humano es un artefacto perfecto cuyas deficiencias de fábrica se solventan mediante la aplicación de unas sencillas técnicas de bricolaje.
Lo cierto es que fue precisamente el día de San Sebastián de 1942 cuando un puñado de hombres -la mitad de ellos, doctores en Derecho, la otra mitad, gentes sensibles capaces de sollozar con ‘Parsifal’- decidió exterminar mediante gas a parte de la población europea.
Y en esto de las dudas, todo es empezar, porque ¿eran incultos los poetas que cantaron odas a Stalin? ¿Estaba sin cultivar el escritor argentino que apoyó a la Junta Militar? ¿Era un bruto el Premio Nobel que alabó a Hitler? O por ir aproximándonos: ¿Adolecían de falta educación los intelectuales del franquismo? Y ya por centrarnos del todo: ¿Les consta a los amigos de la candidatura que entre los activos participantes en el Festival Rompeolas sólo había Grandes Ciudadanos Tolerantes?
Vaya por delante que el asunto estimula la reflexión y permite someter el tema a múltiples vueltas, que es lo divertido y de lo que en el fondo se trata. Como todo esto de los faros y las ideas-fuerza son como puertas abiertas, habrá tiempo para enredar aún más. Por de pronto, aquí va una idea con vocación de eje-tractor, ahí es nada: “La cultura, entendida como esa cosa que sólo sirve si nos revela de que hará falta algo más -mucho más, en realidad- para salvarnos de nosotros mismos”.