Para alguien que sepa leer el lenguaje corporal estaba claro que los ojos de alfiler de Nacho Cano en el set de Cuatro anunciaban que Pe y Ja ya se habían casado. Los demás nos confundimos porque no supimos ver más que a un naúfrago de Ibiza donde lo que había era un heraldo del desamor.
Y Pe y Ja se han casado siguiendo las últimas tendencias que en materia sentimental ha introducido en España el mundo de la farándula, esto es, mediante la deslocalización del amor a territorio extranjero. Ellos fueron los pioneros con la célebre declaración de Cannes, pero desde Johannesburgo Casillas y Carbonero se sumaron con entusiasmo a esta moda.
Los cinéfilos han querido ver en la boda de las Bahamas el preludio de un nuevo rodaje conjunto de la pareja. Al fin y al cabo, recorrer la filmografía de Pe es pasear a través de su vida sentimental. De Tom Cruise a Matt Damon, pasando por Mathew Mcconaughey o Nicholas Cage, reales o imaginarias, sus relaciones sentimentales se cuentan por estrenos cinematográficos. En este sentido, cabe leer su matrimonio con Bardem en clave de remake hollywoodiense.
La pareja, que no aguanta la presión a la que le somete la prensa del corazón española, soportaría aún menos que ésta no informara de sus últimos acontecimientos. Por eso, se ha apresurado a comunicar su boda en las Bahamas por mucho de que la validez jurídica en España de la ceremonia esté aún por ver.
Para su desgracia, el ex músico de Mecano se anticipó en 24 horas al anuncio oficial. Por cierto, si esa especie de tren eléctrico que, bajo el nombre de Nacho Cano, pasó el lunes por la tele es el resultado de sus seis años de noviazgo con la actriz, ya puede ir despidiéndose Javier Bardem de su sistema nervioso central. Si le llega a ver la madre Teresa…