Nueve de los mejores Machos Alfa y Omega 3 con bífidus activos en materia gastronómica acudieron anteayer a Donostia para mostrar su apoyo al futuro Basque Culinary Center -en adelante, Masculinary Center-.
El centro en cuestión está llamado a convertirse en uno de los puntos de referencia que llevarán el nombre del País Vasco por todo el mundo, como sucede con la nanotecnología, polo de desarrollo con el que está emparentado por la vía de las microrraciones.
Y aunque la ausencia de mujeres entre los maestros fogoneros ha llamado poderosamente la atención, hay que reseñar que se trata de un ejercicio de coherencia. Al fin y al cabo, se trata de los nueve mejores cocineros del mundo en opinión de la crítica internacional, compuesta en su mayor parte por varones de estricta obediencia heterosexual. Y aún se atinará a comprender mejor este círculo, por desgracia, nada vicioso, si se recuerda que el grueso de la clientela de este tipo de establecimientos es también masculino.
Esto no quiere decir que el papel reservado a las mujeres en el mundo de la alta gastronomía -ese sustituto del sexo casual- sea irrelevante. Por ejemplo, a veces se cuela alguna de ellas en las listas de la elite -ver Carme Ruscalleda-, y desde allí se hartará de explicar en cada entrevista que “aunque éste es un mundo de hombres, en absoluto me he sentido discriminada”.
También sirven como objeto de adoración pública. Así, los cocineros con programa de televisión nos abruman con sus persistentes agradecimientos a la amatxo, que tanto les enseñó, mientras con la otra mano acarician frenéticamente a una audiencia compuesta en su mayor parte por etxekoandres, “sin ellas, no seríamos nada”, recalcan cada cinco minutos.
Y esto es lo que hay. No vayamos a pretender ahora que los cocineros, además de darnos continuas lecciones de vida, desde la infinita humildad que supone ser el mejor, vayan a ponerse a cambiar el mundo. Ni a deconstruirlo.