“Era Donostia, era Semana Grande y era tu sueño. La ciudad vivía desde el punto de la mañana ese frenesí propio de los días en los que la normalidad ha quedado en suspenso, en aras de la celebración pura y dura.
Todo había empezado la víspera, con el lanzamiento del cañonazo, a
cargo de cinco cineastas que finalmente fueron cuatro porque el quinto
no pudo llegar de Madrid al perder en la reventa su pasaje a manos de
Pedro Almodóvar, que finalmente tampoco vino.
Y aunque oficialmente todo los días eran jornada laborable, lo cierto es que el hecho de que en todos los centros de trabajo se comenzara el día con el canto del Himno de la Alegría en diediséis idiomas mermaba considerablemente la productividad, dado que en el ensayo de la versión en euskera coincidía con la hora del bocadillo, y la de ruso, con el almuerzo.
Y por la tarde la gente podía volver, pero no lo hacía. Prefería sumarse a las múltiples actividades programadas a lo largo, ancho y alto de la ciudad. Así, el Rally Fotográfico organizado con la Estación de Autobuses como tema central provocó auténticas estampidas de turistas en dirección a Chillida-Leku, punto en el que había observado que se concentraba el mayor número de vehículos de este tipo.
En el muelle, un grupo de chiquillos en pantallón corto y sentado en el petril, comía pipas distraídamente. Era la corporación municipal. “Si el siguiente coche que pase es verde me presento a la reelección”, proclama el que parecía líder de la cuadrilla, entre el alborozo de sus compañeros, que saludaban el anuncio con gritos de: “¡Viva! ¡Viva!”
El ‘toro de fuego’, por su parte, cumplimentaba una excelente actuación hasta el punto de que los consumidores que abarrotaban las terrazas reclaman su indulto y posterior vuelta a los corrales, en donde dedicaría el resto de su existencia a cubrir a gigantes y cabezudos con el objeto de mejorar la especie.
En tanto, en la plaza de Ilumbe tenía lugar una faena de aliño ante media entrada, entendida ésta como una veintena de personas que veía la faena de gañote desde la puerta, llenando apenas la mitad de ésta y quedando sitio para otros tantos aficionados.
Ya por la noche, una multitud con antorchas de todos los sabores en la mano tragaba fuego en torno a la bahía de La Concha mientras se procedía al lanzamiento de helados a cargo de la firma donostiarra La Veneciana. Como anécdota, señalar que algunos espectadores ubicados en el Palacio de Miramar fueron atentidos de contusiones leves tras ser alcanzados -¿pateados?- por varios frigopies.
La fiesta de Isla transcurrió sin incidentes, entre loas a tu cerveza amiga y finalizó con el canto del Himno de la Alegría, a eso de las seis de la mañana.
Para hoy, el programa destaca entre sus actos centrales la colocación de un nuevo puente sobre el río Urumea. Será el octavo o el noveno, los historiadores no se ponen de acuerdo. Se trata de una operación de ingeniería enormemente compleja en cuyo transcurso, el más mínimo fallo puede provocar una catástrofe. Se espera que asista una multitud”.