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Alberto Moyano

El jukebox

No hay peor ciego que el Nobel

Hay premios que se prestigian, no por los nomobres que luce en su palmarés, sino por las ausencias que exhibe. Aquí se podría citar el Planeta, pero por motivos de actualidad, habrá que centrarse en el Nobel.


Que a estas alturas, haya articulistas que consideren que con el Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa se garantiza la “inmortalidad” (¿?), resulta de una ingenuidad rayana con lo lerdo y obliga a indicar en qué librerías se pueden encontrar disponibles las obras -siquiera incompletas- de otros ilustres galardonados, tipo José de Echegaray o Gao Xingjian, por citar a dos de los decenas de escritores premiados en su día y hoy, olvidados.


El reconocimiento que se acaba de llevar Vargas Llosa ha desatado la previsible oleada de artículos de opinión sobre lo grande que fue cuando era de izquierdas, y lo diminuto que se hizo al convertirse al neoliberalismo. Estás críticas están lastradas en su credibilidad por el silencio, cuando no aplauso, con el que se acogieron las distinciones cuando recaían en derivados del opio -como Saramago- o directamente en insectos -como Darío Fo-.


Y por supuesto, también se ha dado el fenómeno contrario: abundan estos días los artículos en los que se ejemplifica en la persona de Vargas Llosa la posibilidad real de salir del infierno izquierdista para convertirse en un ciudadano de provecho, como si hubiera escrito el grueso de su obra tras licenciarse en un Proyecto Hombre para ‘rojos’ en proceso de rehabilitación.


Sirvan como ejemplo de lo uno y de lo otro los artículos de Anson y del crítico de ‘Gara’, empeñados ambos de rebautizar por error la novela de Vargas Llosa como ‘Conversaciones en la catedral’ -en plural la primera, en minúsculas, la segunda-.


Por cierto, en torno a todo esto hay mucha confusión. Por un lado se nos asegura que la literatura es una actividad anacrónica llamada a desaparecer en la sociedad de la imagen a manos de nuevos formatos -de los que la publicidad entendida como la poesía del siglo XXI sería la punta de lanza-, pero, por otro, aún hay quien califica al escritor peruano de “peligroso derechista”. Derechista, puede, pero ¿peligroso? ¿Acaso cabe a estas alturas del iPad, del Iphone y del Ipod mayor elogio para alguien que finalmente tan sólo se dedica a escribir?


En la misma línea se sitúan las autoridades chinas, que en lugar de acudir a las mazmorras en las que cumple condena el disidente premiado para informarle de que ha ganado el mismo galardón que Henry Kissinger, se dedican a organizarle un encuentro con su mujer para que se lo susurre, justo antes de incomunicar a ambos, no vaya a ser que los otros mil millones de chinos se enteren de la noticia y, lo que sería aún peor, se enteren de que su protagonista también se ha enterado. 


octubre 2010
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