En épocas de tebeo, cada villano acaba encontrando tarde o temprano a su superhéroe porque ambos comparten un lado oscuro. Bin Laden es a Al Qaeda lo que Julian Assange a Wikileaks.
Los 400.000 documentos colgados en su web con la detallada descripción de la atrocidades cometidas por las fuerzas de seguridad iraquíes sobre la población civil revelan, antes que nada, la grafomanía de los responsables de Pentágono, empeñados en la minuciosa recopilación de todo por escrito.
El resto -las cifras de asesinados, detenidos, secuestrados, así como la actividad de ‘escuadrones de la muerte’ a las órdenes de alguna franquicia local de los invasores- no sólo ya había sido denunciado repetidas veces por los organismos que vigilan las vulneraciones de los Derechos Humanos, sino que repiten fielmente el esquema de todas las intervenciones militares estadounidenses en diversos puntos del Planeta.
Queda por aclarar con qué objetivo, por qué en este momento y, sobre todo, quién filtra la documentación a Wikileaks. El trabajo no consiste en entrar por la noche en las oficinas del Departamento de Estado en busca de documentación, sino en la recepción de los archivos informáticos que alguien remite mediante un simple click de ratón.
El hecho de que ni siquiera los antiguos empleados de la web descarten que ésta sea una terminal del Pentágono -o al menos, de una de las facciones que opera bajo esta marca-, demuestra hasta qué punto está todo enmarañado.
Antes de que alguien venga con lo del dedo y la Luna, debo confesar que ya tengo muy visto al satélite natural de la Tierra, pero que observar dedos es una actividad que jamás me ha cansado, por todo aquello que dicen sobre sus propietarios.
En otro orden de cosas -aunque en realidad, no-, hay quien aún espera el advenimiento de una suerte de Wikileaks español. Ya pueden ir poniéndose cómodos. Estados Unidos es un país que pierde la inocencia con la misma rapidez y periodicidad con la que a continuación la reconstruye, de forma que si cada enero descubre que Santa Claus no existe, esto no le impedirá que cada diciembre le reciba como se merece.
Otros países, en cambio, no comparten esta imagen idílica de sí mismos. En España, por ejemplo, la tortura es una tradición que se remonta a la noche de los tiempos. La amplia y antiquísima documentación existente sobre señoras que confesaron haber volado un rato la noche de San Juan así lo atestigua.
Si, no obstante, usted es de los que insiste en reclamar un Wikileaks español recuerde que ya hubo uno: Amedo y Domínguez. Rememore las motivaciones que animaron la actuación de aquella pareja e igual llega a alguna conclusión sobre las que alientan quiénes nutren a Wikileaks.