Belén Esteban, ‘princesa del pueblo’, le ha regalado unos zapatos a Letizia Ortiz, únicamente princesa de Asturias, y ésta le ha agradecido a aquélla el detalle mediante llamada telefónica porque en España todavía hay clases.

Con este telefonazo, que un análisis epidérmico parecería irrelevante, se pone fin a siglos de tradición de petoleo unidireccional y se abre una nueva etapa, más moderna si quieren verlo así, en la que el lacayismo fluye no sólo de abajo hacia arriba, sino también a la inversa.

Desde el punto de vista catódico de las audiencias, el gesto de Belén Esteban ilustra el carácter campechano y sencillo de la de San Blas, demostrando que no tiene el menor inconveniente en rebajarse. Al fin ay al cabo, ella hace fluctuar las cotizaciones en Bolsa de Telecinco, mientras que la ‘sitcom’ ‘Felipe y Letizia’ -que en su apuesta extrema por ser fiel a la realidad habría de resultar por fuerza hilarante- ha obtenido resultados mucho más discretos.

Por lo demás, las dos encarnan a la juventud madura mejor preparada de la Historia de España, al menos, la mejor preparada para vivir según los estrictos preceptos que rigen a la generación ni-ni.

Podríamos hablar de dos adelantadas a su tiempo, pioneras del himalayismo social a través del emparejamiento sentimental. En sus respectivos caminos hacia la cima, una ha abierto una nueva vía sin oxígeno, pero la otra ha sido la primera en hollar la cumbre con el azúcar por las nubes.

La diferencia estriba en que mientras una se ha quedado a vivir en la cima, la otra ha instalado un local de varietés en el campamento-base. Sólo el tiempo dirá cuál de las dos opciones era más rentable.