Con un retraso de 30.000 zuritos y 20.000 claros con gas -hablo de estimaciones a la baja-, nos llega un estudio publicado por la revista ‘The Lancet’ en el que nos advierte de que el alcohol es más dañino que la heroína y el crack.

Caer en la tentación de pensar que el mensaje va dirigido a la sociedad vasca constituiría un imperdonable pecado egolatría -tan nuestra, por otra parte-, pero ante semejante alarma sólo cabe una reacción: hombre, estas cosas se avisan antes.

Siguiendo las instrucciones televisivas que durante años nos impartieron los organismos y fundaciones dedicadas a la prevención, toda una generación de vascos hemos dicho ‘no a las drogas’, esgrimiendo el kalimotxo en la mano derecha y el cigarrillo en la izquierda, un gesto que dejaba poco margen para la réplica y que, de alguna forma, evidenciaba una gran verdad: en esta vida todo no puede ser, siempre hay que elegir.

En cualquier caso -quizás, en cualquier vaso-, los huevos son peores que las acelgas, el colesterol se divide en dos tipos -uno bueno y otro malo-, y copular con frecuencia no reduce el riesgo de padecer cáncer de próstata.

Probablemente, ‘Marcelino, pan y vino’ o ‘Heidi’ hayan causado más destrozos emocionales a lo largo del tiempo y de una forma sostenida que los que pueda dejar a su paso ‘A Serbian Film’, un producto aparentemente mucho más efímero. Cada teoría viene avalada por su correspondiente informe empírico, que a su vez, será refutado de forma incontestable dentro de unos años por otro estudio científico aún más minucioso.

Por lo demás, el estudio publicado por ‘The Lancet’ sólo viene a confirmar las intuiciones que hace más de cincuenta años ya acertó a formular William Burroughs: “Creo que tengo mejor salud en la actualidad como resultado de utilizar droga intermitentemente, de la que tendría si nunca hubiera sido adicto”. Murió en 1997, a los 83 años, tras gastarse una fortuna en coronas de flores para sus amigos deportistas y/o vegetarianos.