Coincidiendo con el inicio del congreso San Sebastián Gastronomika, el Papa ha autorizado el recurso al preservativo -se entiende que también el de sabores-, aunque sólo en situaciones muy concretas, esto es, cuando cliente y prostituta se encuentren en franco riesgo de incurrir en alguna variedad del coito.

El máximo mandatario del único territorio europeo que a día de hoy puede garantizar que no necesitará someterse a los rigores de un rescate económico -no al menos a los de uno terrenal-, se descuelga ahora con semejantes declaraciones que según algunos, ya había efectuado antes y que según otros, no con semejante repercusión mediática.

Tiene razón Ratzinger cuando nos advierte reiteradamente de los peligros del relativismo moral. La obediencia ciega conduce al despeñadero. Un improbable encuentro sexual entre prostituta y cliente -ambos de estricta observancia vaticana-, que se hubiese registrado el pasado lunes podría haberse saldado con un contagio, quién sabe si incurable.

A partir de ahora, sin embargo, y a la espera de que se publique el libro con la entrevista, el intercambio sexual podrá realizarse dentro de un marco de garantías no ya sanitarias, sino incluso celestiales. Lo que ayer no era posible, hoy sí lo es.

Habrá quien diga que el anuncio llega un poco tarde. Sin duda, pero habrá que darlo por bueno si al menos sirve para inculcar el concepto de sexualidad responsable en todos nosotros, sobre todo, en aquellos castos que hicieron voto de promiscuidad o viceversa.