El 4 de mayo de 2001, Antonio Altarriba se lanzó al vacío desde la ventana del cuarto piso de la residencia de ancianos riojana en la que vivía. A los pocos días, su hijo recibió una carta de la directora de la residencia reclamando 34 euros a cuenta de los tres días de mayo que el padre había dejado a deber.
Mientras en Estados Unidos continúan debatiendo en torno a cuál es la Gran Novela Americana, aquí se da la paradoja de que la Gran Novela Española es una novela gráfica. Firmada por Antonio Altarriba (hijo) y Kim, ‘El arte de volar’ cuenta la historia de los noventa años de vida de un hombre que tuvo la mala fortuna de nacer en un pueblo aragonés a comienzos del siglo XX.
Por las páginas del libro desfilan aquel mundo rural que parece Chiapas, la II República, la Guerra Civil, la huida tras la derrota, el exilio francés y la postguerra, convertida en una Semana Santa de cuarenta años de duración. Y la transición democrática, claro.
El cómic relata una vida sin atributos y al hacerlo, muestra un mosaico de traiciones y solidaridades, acciones banales que no son ni lo uno ni lo otro, la familia como látigo y las distintas opciones de succión que se brindan entre sí hombres e ideologia -con intercambio de papeles, que toda una vida da para mucho-.
“Más allá de la depresión y desencadenante de la misma, mi padre se había suicidado como consecuencia de una acumulación mortífera de fracaso, frustración y humillación”, concluye Antonio Altarriba hijo. En doscientas y pico páginas, se relata cómo se construyó, -a veces gota a gota, a veces a chorros-, esa acumulación y el relato estremece. Hace unos días le dieron el Premio Nacional del Cómic 2010. Costará encontrar en 2011 un galardonado que esté a la altura.