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Alberto Moyano

El jukebox

Escritores huidos, lectores en fuga

Dado que el tema a abordar es esencialmente cultural, habrá que empezar
citando las enseñanzas de ‘Barrio Sésamo’: los delitos que haya cometido
un autor no mejoran ni empeoran su obra; los méritos que acumule su
obra no pueden abolir su responsabilidad penal.

La lista de creadores que acumularon delitos deplorables sobre sus
espaldas es interminable. No obstante, sus obras se inculcan a los niños
en las aulas. Si hubiera que citar a tres pilares de la lengua
castellana, ahí tenemos a Quevedo -una auténtica purria humana-,
Cervantes -ladrón que, con justicia poética, ha dado su nombre el más
importante premio literario en lengua castellana- o Camilo José Cela
-chivato voluntario que, no obstante, se llevó el Nobel por plagiar a
Gutiérrez Solana o el ‘Manhattan Transfer’-. De Umbral, huérfano de cuerpo, ya nadie se acuerda

En España, los lectores son capaces de recitar de memoria la lista de
escritores nórdicos de novela negra, pero la curiosidad sobre las
lenguas vasca, catalana y gallega empieza y termina en Bernardo Atxaga,
Quim Monzó y Manuel Rivas, respectivamente. Sobre esta base, se levanta
la cacareada multiculturalidad peninsular.

En cuanto a las propias letras españolas, se considera que una carrera
literaria no ha cuajado hasta que su titular ha ganado el Premio Planeta
con una novela sobre la emigración, escrita en los ratos en los que su
chacha ecuatoriana no estaba pasando el aspirador. Los hay incluso que
aún están convencidos de que alguien tan comprometido como Saramago sólo
podía ser español.

Desde esta perspectiva párvula, un etarra huido no puede alumbrar nada
que merezca la pena porque las personas se dividen en buenas y malas, y
ambas categorías corresponden exactamente a una cuestión literaria. Este
principio explica por sí solo a Muñoz Molina, Elvira Lindo o Rosa
Montero, cuya principal característica común es su adhesión
inquebrantable a las causas nobles y su desprecio por las plebeyas. Así están las cosas. He aquí las dimensiones de nuestra tragedia, por citar a uno de los autores arriba mencionados.


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