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Alberto Moyano

El jukebox

El príncipe no necesita pegatinas para adherirse

Que entre los ‘indignados’ anida el gen autodestructivo es algo que ya quedó en evidencia el día en el que un apaleado se dejó llevar por un arrebato lírico e intentó regalarle -sin éxito- una flor a un antidisturbios. Ayer, otro inconsciente entregó pegatinas a favor de la manifestación del 15-O al príncipe de Asturias.

Cómo lo logró es algo muy sencillo. Acudió a la Campus Party y una vez allí, en lugar de sortear al servicio de seguridad mediante alguna ingeniosa artimaña, se dirigió a Su Alteza diciéndole que quería “hacerle un regalo”, palabra esta última de efectos demoledores entre cualquier miembro de la monarquía, la kriptonita de reyes y príncipes.

Felipe de Borbón, que cavila en local pero descansa en global, cogió el obsequio y acto seguido se lo pasó al coleccionista de pegatinas que siempre le acompaña. Hubo suerte. Imaginemos por un momento que la acepta, se la pone en la solapa de la americana y se despide del admirador con un “¡salud, camarada, nos vemos el sábado”. El resultado sería el fin de la convocatoria por implosión, no digamos ya si encima acudiera a la misma.

Porque lo cierto es que el príncipe no es en absoluto ajeno a las tribulaciones del pueblo. ¿Acaso no se enfrenta él también a un futuro incierto? ¿Acaso no alberga la sospecha de pertenecer también a una generación que vivirá peor que sus padres? ¿Acaso no afronta a medio plazo a un cambio de modelo de negocio de consecuencia imprevisibles, en concreto, para el suyo? ¿Acaso no ha superado los cuarenta sin haber tenido la más mínima oportunidad de desarrollarse como persona ejerciendo su verdadera vocación, aquélla para la que lleva toda una vida preparándose?

Forjado en las mejores universidades americanas, Felipe es perfectamente consciente de que con un 40% de paro juvenil su ‘modus vivendi’ se tambalea. Es posible que todas las noches, antes de acostarse, se pregunte qué futuro le espera al rey de un país sin clase media en un sistema basado en la monarquía parlamentaria.

Es más, si alguien puede presumir de haber sido pionero en la penalización de las rentas más altas es un Borbón. Cierto que la familia impulsó el turismo balear con su constante presencia veraniega hasta límites inusitados, pero a cambio los empresarios mallorquines del sector le regalaron un barco. Si eso no es redistribuir la riqueza haciendo que paguen más los que más tienen que baje Hessel y lo vea.


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