Por ir resumiendo: resulta que dicen que un grupo de extranjeros que no tiene ni puñetera idea de cómo funciona España se reunirá mañana en San Sebastián para celebrar una Conferencia Internacional de Paz en la que se obvia que aquí no ha habido ninguna guerra, lo cual no quita para que tenga que haber vencedores y vencidos, en un reparto de papeles cuya asignación requeriría un juicio de Nuremberg. Y poco más. El que no lo quiera ver es porque no hay peor ciego que el sordomudo.

La Conferencia ha adoptado el formato del Premio Planeta, de forma que a pesar de que aún estamos pendientes de algún detalle suelto -como puede ser su celebración- ya sabemos que sus conclusiones serán acogidas con alborozo por ETA, que así se encargará de manifestarlo en un comunicado tan “inminente” que se corre el peligro de que llegue antes de que concluya el encuentro de Aiete.

Mientras tanto, el lehendakari se debate en Nueva York entre doctor Patxi y mister López. El primero cree que debería estar en Donostia; el segundo sospecha que quizás no fuese una buena idea. El conflicto interior se resolverá de manera salomónica: antes de que una delegación del PSE entre en la antigua residencia estival de Franco, realizará unas declaracionies desde la ‘zona cero’, un lugar por el que siente especial predilección dado que ese es precisamente el guarismo que cifra su aportación al tema, al menos, a este momento.

Las dimensiones de nuestro amargo delirio se resumen cualquier detalle, pongamos por caso, la conflictiva nomenclatura del callejero donostiarra. Obligado a cambiar el nombre de una recóndita calle denominada Mikel Gardoki, miembro de ETA muerto durante un enfrentamiento con la Policía durante el franquismo, el gobierno municipal de Bildu podría optar por una alternativa muchísimo más bochornosa de explicar: otorgarle el nombre de otro Mikel, éste de apellido Zabalza, empleado municipal precisamente, muerto cuando se encontraba detenido, en circunstancias no aclaradas, aunque clarísimas.

Ahora, cojan todo esto y explíquenselo detalladamente y en tres minutos a Kofi Annan, que seguro que lo entiende a la primera.