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Alberto Moyano

El jukebox

Todo muy rico, pero me quedo con el spagat

Supe que el hundimiento de Occiente sería un espectáculo al que merecería la pena asistir ese día de la semana pasada en la que la noticia de que el diferencial de deuda español rondaba los 500 puntos coincidió en un mismo periódico con un reportaje sobre la contratación por parte de varios restaurantes vascos de unos bailarines para que les coreografiaran la sala a los camareros. Sabemos desde James Cameron por lo menos que el ‘Titanic’ se hundió a los sones de su orquesta. En nuestra nueva versión del clásico, hemos conseguido que la crítica de aquel concierto se publique antes que la propia noticia del naufragio. 


A medida que los cocineros dimiten de su puesto en la cocina para irse a presentar libros, grabar programas de televisión, e impartir clases de liderazgo y gestión de recursos, los restaurantes se están llenando paulatinamente de artistas y electrónicos. El resultado es que acabas comiendo con los auriculares puestos y si pides carne te ponen grabaciones con el tolón-tolón del vacuno y si pides pescado escuchas el rumor del oleaje que viene y va. Hace tiempo que es escalofriante.


Resulta complicado explicar al chef la ausencia de deseos vagamente encaminados a que el camarero baile, si quiera levemente, sin resultar impertinente o evidenciar un espíritu tosco, así habrá que soltar el cubierto cada tanto para ovacionar la sincronización de movimientos en perfecta armonía con el entorno. Hablamos de alta cocina, pero no te sorprendas si en el fast-food te acaba atendiendo un adolescente disfrazado de negro de Boney M o -peor aún- de indio de los Village People.


Los expertos sostienen que ya no se trata tanto de comer como de vivir una experiencia estética y el hecho incontestable de que en ese caso es la única que termina con el vaciado de la cisterna no logra menoscabar en absoluto sus convicciones: por el contrario, al menor atisbo de disiencia desenfundan algún temible power-point. Así las cosas, mejor no hablar aprovechando que estamos siempre con la boca llena.


noviembre 2011
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