De los tres folios que conforman el informe jurídico utilizado  para impedir que Amaiur forme  grupo parlamentario propio en el Congreso ningún argumento de los expuestos resulta tan esclarecedor como el mero hecho de que el documento carezca de firma y del membrete de la Cámara Baja. España es ese país que nunca deja pasar la oportunidad de hacer algo mal, sobre todo, si lo puede hacer bien.

Amaiur ya puede ir interiorizando que acude al Congreso para que se le aplique con todo el rigor, no la legislación vigente, sino el reglamento taurino. Así, al tercio de varas le seguirán las banderillas. La tauromaquia convertida en la continuación de la política por otros medios puede provocar que la coalición se crezca ante el castigo, sobre todo electoralmente, un riesgo que el PP vasco ya parece haber ponderado, no así sus dirigentes nacionales.

Precisamente, quizás haya llegado la hora de asumir el papel meramente ornamental que que  las huestes de Basagoiti tienen en el seno de su propio partido, más aún cuando poco o nada pueden aportar en materia de votos a los presentes y futuros triunfos de Rajoy, un hombre que, por lo demás, se ha curtido en el arte de decir a cada interlocutor exactamente lo que quiere escuchar para a continuación hacer exactamente lo contrario, alegando que no se le ha entendido bien.

De confirmarse, la aplicación de la excepción legal a Amaiur, la medida le causará algunos perjuicios económicos, que quedarán paliados en buena parte por los beneficios políticos. A nadie se le escapa que los minutos de intervención de los que dispongan sus portavoces o su margen de maniobra a la hora de presentar iniciativas parlamentarias palidecen frente a su acreditada capacidad de conseguir que afloren los peores instintos agazapados en Madrid, un tic que en el País Vasco y Cataluña alimenta históricamente las pleamares independentistas.

A falta de que Amaiur pacte con Geroa Bai alguna pirueta legal -nada comparable al acuerdo UPyD-Álvarez Cascos, un sentido homenaje a  ‘El jovencito Frankenstein’-, el PNV ya puede darse por perjudicado y el Grupo Mixto, por devorado. En cuanto al PP, no ha empezado la legislatura y ya empieza a evidenciar que las mayorías absolutas le quedan definitivamente muy grandes.