Aunque persiste entre nosotros la costumbre de propinarnos los mejores deseos para el año entrante, lo cierto es que en rigor no estrenamos año nuevo desde al menos 2008. Todos los posteriores no han sido más que la segunda, la tercera y la cuarta temporada de una serie cuyo final ni se vislumbra, dado el éxito de audiencia cosechado.

Antes de dejar sin valor al euro, terminaremos de eviscerar las palabras de su significado. Así, ante de la proliferación de ¡feliz años nuevo! cabe recordar que todas y cada una de las personas fallecidas el pasado año fueron objeto de los mejores deseos a su comienzo. Las palabras ya no significan nada, son la versión oral de las hipotecas basuraporque, más allá de su sonoridad, no hay nada detrás que las respalde. A día de hoy, Alá, con sus 99 nombres, se ha convertido en un tipo corriente y ordinario. Cualquier persona o fenómeno mediopelista exhibe al menos una docena más.

No fueron los desalmados banqueros quienes llevaron a cabo el proceso de vaciado, sino nosotros mismos, feroces devoradores de cáscaras. Oigo hablar de ‘intercambio libre de archivos’ y de inmediato de sumerjo en los más sombríos pensamientos, a la vista de que el fluir de la cultura universal es un proceso de saqueo obstaculizado por los generadores de contenidos y en el que al parecer no juegan ningún tipo de papel las compañías telefónicas, entendidas como esas empresas sin ánimo de lucro que se limitan a buscar trabajo en el extranjero a los yernos impropios.

El ciudadano se ha convertido en un Alien cínico que ante la posibilidad de hacerse de forma gratuita con cualquier bien, comienza a salivar palabrejas como ‘cambio de modelo de negocio’, mientras se dispone a aceptar sin rechistar un copago sanitario que no es sino un repago.

Al parecer, los mayas se saltaron la crisis del euro, la proliferación nuclear y las catástrofes naturales y, sin entrar en detalles, predijeron para este año el fin del mundo. Apuesto a que acertaron, lo que no quita para que en 2013 sigamos aquí, dado que tampoco concretaron a qué se referían con semejante profecía. Lo mismo, en efecto, se acaba El Mundo, pero Orbyt continúa disponible para amigos y abonados.