La profecía maya que fija para el próximo mes de diciembre el fin del mundo adolece de falta de concreción. Como todos los augurios apocalípticos, se limita a trazar unas líneas generales que luego habrá que desarrollar. Todo esto redunda  en contra de su credibilidad. Con que apenas un solo maya hubiese dado alguna pista fiable, señalando por ejemplo la zona euro como epicentro del desastre, ahora no estaríamos perdiendo tiempo y dinero ocupados en rescatar una moneda única, a sabiendas de que será también la última.

El modisto Paco Rabanne ya anunció el fin del mundo para el año 2000, pero invitado por carta a donar todo su imperio a partir del 1 de enero de 2001, dio la callada por respuesta, comportamiento comprensible al fin y al cabo, porque el acabose puede resultar muy caro y, como todo, es mejor que te pille con el bolsillo lleno. En el otro extremo, tenemos a nuestro recién estrenado aunque ya extinto presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, que ha debido dar crédito a la profecía tras echar un ligero vistazo a las cuentas del estado, poniendo de inmediato pies en polvorosa para, en un ejercicio de escapismo, mudarse a un planeta muy lejano, con toda seguridad, GolTV o Eurosport.

Sea como sea, vivimos una época sin brillo, la chapuza campa por sus respetos y el fin de todo no tiene por qué ser una excepción. Estéticamente no cabe esperar grandes sorpresas, a menos que alguna cadena adquiera los derechos de retransmisión, aunque en este sentido, no hay ninguna garantía de que la desaparición del mundo sea una superproducción de James Cameron. Lo mismo el 22 de diciembre nos levantamos de la cama y nos encontramos inmersos en mitad de una película intimista llena de miradas y sensaciones. En cualquier caso y en homenaje al pensamiento positivo que hasta aquí nos trajo, cabe recordar que la hecatombe nos ahorrará nuevas cenas de Nochebuena y Nochevieja, esos ensayos generales del fin del mundo. 

Esta noche de Reyes Magos es un buen momento para enemistarnos con todos aquéllos que han empeñado sus vidas en complicar las nuestras, no esperen a mejor ocasión, que quizás no se presente. Y no pidan regalos perecederos, que el tiempo vuela y diciembre está a la vuelta de la esquina.

Ya queda menos para que todo esto se disuelva en la nada. Jorge Javier Vázquez y Jordi González darán las campanadas del fin del mundo, mientras desde el sofá, nosotros vomitamos las doce  uvas. Está científicamente demostrado que las cucarachas sobrevirían a cualquier tipo de holocausto, así que pase lo que pase, al día siguiente es posible que no haya vida inteligente, pero la actividad financiera está garantizada. Y dada la querencia de los mercados por los desastres, seguro que las bolsas abren al alza.