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Alberto Moyano

El jukebox

Tu equipo favorito nos debe veinte euros

Si los clubes de fútbol españoles tuvieran grupo parlamentario propio otro gallo le cantaría a este país. Con 752 millones de euros de deuda acumulada con Hacienda, la gestión de los equipos españoles refuta todos y cada uno de los principios que rigen la política económica del Gobierno que, dicho sea de paso, tan calamitosos resultados ha arrojado por el momento.

Así, frente a la severa contención del gasto propugnada por Rajoy, nuestros mejores equipos combaten su propia recesión mediante el despilfarro incensante de fondos, tanto propios como ajenos. El Real Madrid, por ejemplo, se gastó noventa millones de euros en un jugador el año en el que no ganó nada. ¿Acaso decretó una contracción del gasto en el ejercicio siguiente? En absoluto: continuó adelante con la política de austeridad cero y hasta es posible, no lo recuerdo bien, que se llevara la Copa del Rey.

En cuanto a la peregrina idea vertida por María Dolores de Cospedal sobre la necesidad de que los españoles trabajen más horas, la realidad enmienda a la totalidad esta estrafalaria teoría. De hecho, ningún club acumula mayores deudas que aquéllos que juegan tanto los domingos como los miércoles, descontando los compromisos de sus jugadores con la selección. Se ha oído hablar de plantillas que algún día llegaron a entrenar incluso por la tarde, sin resultados perceptibles, todo hay que decirlo.

Cuando las cuentas se tiñen de rojo es que ha llegado el momento de realizar una inversión millonaria -a la que gustosamente se sumarán las instituciones públicas-, bien en la construcción de un nuevo estadio, bien en la eliminación de las pistas de atletismo del ya existente. Añádase a esta circunstancia otra derivada económica: cuando los recortes en inversiones y gasto corriente estragan las infraestructuras culturales españolas, los museos del Madrid y del Barça se erigen entre los más visitados del país.

Nuestros equipos nos adeucan unos veinte euros a cada uno, incluidos aquéllos que prescinddimos del fútbol entendido como una sociedad anónima deportiva. Así como los reportajes sobre el crack del 29 suelen ir acompañados de imágenes tomadas en las filas para el reparto de comida, la actual crisis vendrá ilustrada por una cola frente a la taquilla de algún estadio. Cuando dentro de unos años se vuelvan a publicar, el pie de foto tendrá que aclarar que los pacientes ciudadanos no eran acreedores a la esperar de cobrar lo que les debían, sino forofos atribulados por la posibilidad de quedarse sin entrada.

Decir que el fútbol es el opio del pueblo, sin añadir a continuación que lo es en su versión más ruinosa equivale a engañar a la gente. Al fin y al cabo, el cultivo, distribución y venta de ‘amapola’ arroja siempre grandes beneficios, bien es cierto que libres de impuestos.

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