A raíz de la condena del periodista de cámara de Jaume Matas por escribir en privado y ensalzar en público los discursos del ex presidente balear según tarifa previamente establecida, se preguntaba un usuario de Twitter cuántos otros profesionales de la misma ralea pululan por el universo mediático español. La respuesta es que pocos, pero muy visibles -condición imprescindible para el desarrollo de su tarea-. Responden a tan variada tipología que esta circunstancia es confundida en ocasiones con el pluralismo informativo. Ha aquí algunos de los especímenes más frecuentes, cuyos perfiles podemos encontrar tanto en estado puro como partícipes de varias categorias a la vez:
El periodista de alto standing: admite los pagos tanto con tarjeta como al contado. El propio esbirro de Matas sería un ejemplo ilustrativo de la subespecie más pragmática de esta variedad. En esta categoría encontramos también ejemplares que, una vez cubiertas todas sus expectativas económicas, ofrecen idénticas prestaciones en condiciones inmejorables para el cliente a cambio de pagos en especie que, a grandes rasgos, se reducen a acceso directo e influencia.
El periodista de plantación: antaño, ofrecía sus servicios en los mismos términos que los apareceros del sur, es decir, a cambio de techo y comida, pero la crisis publicitaria tirado los precios, obligándole a conformarse con la segunda. La postración es absoluta a cambio de una simple silla en la mesa de un restaurante y si adolece de algún defecto es precisamente su empecinamiento servil que, en ocasiones, puede llegar a ser tan zafio como engorroso para el propio cliente.
El periodista de perrera: su única motivación es el deseo de ser adoptado, lo de menos es por quién, y su principal característica, su destreza en el arte de mover la cola, que en su caso suele ser siempre rabo. Por describirlo en términos estrictamente caninos, sólo quiere que le quieran. A cambio de afecto, ofrece una lealtad un tanto tosca pero a prueba de bombas.
El periodista de piscifactoría: es una de las variedades más asequibles de cuantas ofrece el mercado por cuanto considera que todas sus prestaciones, por bastardas que éstas sean, se encuentran comprendidas dentro de su salario. Su adcripción ideológica le lleva a colocar el bien del partido -y los hay de todos- por encima de cualquier otra consideración. No necesita mayores estímulos. El inmpacto de su trabajo suele ser limitado porque trabaja desde el convencimiento y para los ya convencidos. Kapuscinski dijo que éste no era un oficio para cínicos. Podría haber añadido que tampoco para devotos.
El periodista de pasarela: su especialidad es el autorretrato dado que trabaja para sí mismo en régimen laboral de exclusividad. Su principal instrumento es el espejo de la madrastra de Blancanieves. Domina a la perfección la técnica basada en el ‘yo imperfecto’, de forma que a través unas simples pinceladas consigue unos esbozos en los que su atractivo natural se refuerza resaltando de forma muy sutil precisamente esos defectillos que le convierten en irresistible. Practicado con habilidad, ofrece un sucedáneo de ‘profesional indpendendiente’ bastante logrado.