La huelga general de ayer será un fracaso: igual que hay meteorólogos que no sólo son incapaces de predecir el tiempo que hará, sino también el que está haciendo, Confebask ha hecho su propio balance de la jornada de ayer con un “esperábamos más”. Vaya por delante que el sentimiento es recíproco, con el agravante de que nuestra decepción respecto a su organización se podría hacer extensible a los 365 días del año. En cualquier caso, tan distorsionada percepción de la realidad aconseja poner en cuarentena sus predicciones económicas a futuro. Dado que el de emprendedor es un puesto de libre autodesignación, no caben pedir dimisiones, lo que no quita para que la organización de empresarios vascos quizás debiera plantearse la posibilidad de probar suerte con otro portavoz.
El dopaje es la única forma de que el segundo gane al primero: se ha dicho con acierto que la silicona es el doping de las huelgas por cuanto le permite aumentar su rendimiento mediante sustancias químicas. A esta consideración convendría añadirle otra: La coacción, no digamos nada si va acompañada de violencia, es el último refugio de los revientahuelgas. Desprovistos de este argumento, que amén de inadmisible resulta también contraproducente, los beneficiarios de la protesta pese a su incomparecencia aparecerían retratados en toda su desnudez y nadie sale favorecido en esste formato que se ha dado en llamar ‘posado-robado’.
La austeridad debería empezar por el lenguaje: resulta incomprensible la insistencia en calificar de “trabajador que no se adhiere a una huelga” a lo que viene siendo un mero esquirol de los de toda la vida, según recoge el Real Diccionario de la Academia de la Lengua. Los acreedoderes a tal calificativo deberían reivindicar su titularidad, ya que del recurso a los eufemismosvergonzantes se deduce que han actuado mal a sabiendas, cuando tan sólo se han limitado a ejercer un derecho reconocido constitucionalmente en el ejercicio de su libertad individual.
Los Ayuntamientos del PP superaron a Alemania en consumo eléctrico: el Partido Popular llamado a sacarnos de la crisis mediante audaces medidas recurrió en algunos de los ayuntamiento que gobierna a la ingeniosa medida de dejar encendido el alumbrado público durante el día con el objetivo de evitar que el consumo energético registrara las dimensiones del paro. Como es habitual en el PP, se le fue la mano, dando como resultado que algunas ciudades superaron a Alemania en gasto eléctrico, alcanzado cifras propias de sociedades en situación de pleno empleo.
Cada partido debe disputarse en su propio campo: los grupos que acuden a las manifestaciones a dar rienda suelta a sus pulsiones destructivas trabajan para el enemigo. La Policía no tienen derecho a al huelga, ni los trabajadores, a la violencia. Ejercerla permite llevar la protesta al terreno en el que los antidisturbios -y por extensión sus superiores- se sienten más cómodos. Además, las cargas policiales acaban sirviendo de innecesaria publicidad gratuita de que ya es primavera en la planta joven de El Corte Inglés.
El mal perdedor siempre identifica al ganador: para dilucidar con nitidez quién ganó y quién perdió en la convocatoria de ayer basta aplicar científicamente el ‘paradigma Mourinho’ a Gobierno y Patronal: si elogian al rival es que han ganado ellos; si le vilipendian, es que han perdido.