Tras el rapto de timidez que la Semana Santa del pasado año desató entre los libreros guipuzcoanos, las casetas volverán a tomar este lunes los arcos de la Plaza de Gipuzkoa para conmemorar el Día Internacional del antepasado del eBook.
Por lo visto, los ciudadanos, habituados a las boutiques con atronadora banda sonora incorporada, se sienten amedrentados ante la posibilidad de entrar en una librería y toparse de bruces con el silencio o las conversaciones de los clientes.
Para ellos se inventó el Día del Libro, en el que las novedades se sacan a la calle en busca de esas gentes que, en el caso de encontrarse con algún conocido en tan embarazosa situación, siempre podrán disimular, alegando aquello de «no estoy mirando, ¿eh?, tan sólo pasaba por aquí».
Las campañas en favor de la lectura, que se han saldado con resultados similares a los de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, se basan en una premisa falsa o, al menos, incompleta.
Leer no te hace feliz, sino que te proporciona placer; no te hace mejor persona, pero te impide resignarte; no te salva de nada, excepto de ti mismo. No todo el mundo es capaz de convertirse en lector, igual que el bricolage no está al alcance de todos. Esto no significa que aquéllos sean más tontos, ni que éstos carezcan de habilidades manuales. Simplemente, todo se reduce a una cuestión de tendencias y pulsiones.
Si ningún libro te llama, no te molestes en acercarte. Siempre te quedarán la tablet, el iPad o incluso el iPhone. Hay cosas mucho peores que no haber leído nunca un libro: haber leído sólo uno.