La culpa de todo esto es de los ancianos, que en su afán por aferrarse a la vida en medio de tantas enfermedades propias de la edad, disparan el gasto sanitario. Además, no saben cuidarse solos, por eso, vinieron tantos extranjeros pobres a trabajar sacándoles a pasear. Los inmigrantes tienen una tendencia congénita a ponerse enfermos para esquilmar sin piedad el estado del bienestar y terminan por colocar el sistema sanitario al borde de la quiebra, ya que los médicos dispensan medicinas por el mero placer de despilfarrar los recursos públicos, dicho sea sin entrar en sus chanchullos con las farmacéuticas. Médicos que, dicho sea de paso, completaron sus estudios tras matricularse en cuatro carreras y fracasar en tres de ellas para, finalmente, concluir una invirtiendo una media de diez años y tras repetir varios cursos, todo a cargo de las becas del estado. Claro, si es que llegaron al campus aún sin socializar, debido a las reducidas clases en las que cursaron sus estudios. Una media de veinte alumnos por aula permitió durante años que los profesores apenas tuvieran exámenes que corregir y se entregaran a la molicie, actitud que comparten con el resto de los funcionarios, en su mayor parte, liberados sindicales con sueldo a cargo de las arcas públicas. La pregunta es para qué invertir tanto en educación si la mayoría de los estudiantes prefiere vivir del subsidio del paro antes que encontrar un empleo de provecho, cuando no ‘trabajar en negro’ aprovechándose del estado de precaria necesidad que atraviesan nuestros mejores emprendedores, y los demás sólo piensan en emigrar a otros países, haciendo que cuanto invertimos en su formación vaya a fondo perdido. Una vez allí, consagran su vida a la investigación, una actividad que, por carácter y tradición, resulta estéril en nuestros país. Y por supuesto, en verano, todos de vacaciones, salvo el personal de los aeropuertos, que pasa el resto del año sin pegar un palo al agua. Eso sí, todos ellos al llegar a sus casas, compradas con ánimo especulativo a precios que excedían en mucho sus posibilidades reales, eligen de forma mayoritaria ver en sus pantallas de plasma los informativos de TVE, un monumento a la manipulación que no garantiza en absoluto el reflejo de la pluralidad de opiniones que conviven en armonía en el seno del Partido Popular. Y hablamos de los pocos que se quedan a comer en casa, porque los restaurantes están siempre llenos, luego hablan de que hay crisis.

Todo esto se va a acabar porque el Gobierno ha tomado la determinación de sacar a la luz toda la miseria que corroe el país y lo va a conseguir aunque para ello tenga que redoblar el número de asesores, amnistiar a los defraudadores fiscales y dotar a los antidisturbios de los últimos adelantos en materia de mantenimiento del orden público, vaya que si.