La invidencia obliga a desarrollar otros sentidos, de lo contrario uno acaba arreándose a sí mismo. Si la Justicia quiere ser ciega, debería al menos preocuparse de contar con un buen oído y un excelente olfato, por no hablar de otras causas ya perdidas como el gusto o el tacto. Sentencia a sentencia, más que inocente, Arnaldo Otegi empieza a parecer ‘un’ inocente, entendido como aquél que es objeto de inocentadas.
En un país con tan acusada tendencia a que los dislates y las enormidades acaben transformándose en profecías, los tribunales españoles están aportando mucho a la transmutación de Otegi en Mandela. Mientras los otros tres candidatos a lehendakari se desgastan entre sí aburriendo al resto del planeta a toda costa, bien sea desde la solemne responsabilidad pseudoinstitucional (Urkullu), el naufragio político (Patxi López) o la ocurrente gracieta (el que queda), al líder de la izquierda abertzale se le conserva intacto, protegido por la soledad del tuitero de fondo. En el fondo, no deja de ser injusto para todos, incluidos sus rivales.
Desde los tiempos de Rajoy, se sabe que mediáticamente nada desgasta menos que la invisibilidad, no digamos si ésta es involuntaria por estar encerrado en una celda por causas difusas para el común de los mortales, legos en los mecanismos que rigen el funcionamiento de instituciones tan remotas como la Audiencia Nacional o el Tribunal Supremo. Algún malpensado podría sospechar que hay quienes consideran que un Arnaldo en libertad sería imbatible.
A la espera de que llegue el día en el que hasta a Otegi se le permita perder unas elecciones, en el imaginario popular vasco aparece hoy como el dirigente político que más ha contribuido a traer la paz. No digo que sea cierto, tan sólo que lo parece, lo cual, en una sociedad tan del conocimiento como ésta viene a ser lo mismo. A nadie se le escapa que el pliego de acusaciones contra Otegi se parece mucho al programa electoral que podría vencer en las próximas autonómicas. Para los aficionados a los ‘relatos compartidos’, que sepan que, al menos éste, ya lo tienen perdido.