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Alberto Moyano

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Por el derecho de España a formar parte de Gibraltar

Cuando con la ingenuidad que históricamente ha caracterizado a los dirigentes jeltzales, Josu Jon Imaz proponía hace unos años someter a España a una estrategia de seducció,n olvidaba que se refería a un país inaccesible a cualquier maniobra que no pase por los expeditivos métodos del sometimiento. Para seducir a España, primero debes abandonarla.

Los conflictos bélicos en los que se ha visto envuelta a lo largo de su historia no han sido más que sucedáneos de guerras civiles, el territorio en el que se maneja con más soltura. Donde esté una buen enfrentamiento interno que se quiten las guerras de conquista. Ahora mismo, a unas horas de la final de Copa, la amenaza de la violencia late con más fuerza en los aledaños al Vicente Calderón que en aguas del Peñón de Gibraltar.

Spain podría tentar a los gibraltareños con su afamado turismo sanitario, pero es éste un país que no entiende de maniobras de seducción. 200 años después, no hay un solo habitante del enclave británico que no rechace con vehemencia una hipotética incorporación de ‘La Roca’ a territorio español y eso, incluso después de haber renunciado ya a ganar Eurovisión para evitarse en engorro de organizar la próxima edición. Cualquier europeísta convencido soñaría con vivir en un país así, pero ahora mismo, hasta Massiel y el ‘lalalá’ se sitúan muy por encima de nuestras posibilidades. Es muy probable que ahora mismo haya más españoles ansiosos por integrarse en Gibraltar que gibraltareños que deseen pasar a manos de España.

Descartada por improbable un nuevo triunfo en la Eurocopa, cualquier palabra que comience por el prefijo ‘euro’ está fuera de nuestro alcance, a excepción de ‘la casa de putas’ a las que se refirió con gran tino el presidente de Kutxabank. Podrán echarnos de la Eurozona, pero jamás nos arrebatarán Eurovegas. En cuanto a la candidatura madrileña a los Juegos Olímpicos del 2020, estamos hablando de un futuro tan remotodo que ahora mismo limita por atrás con Pompeya y por delanto con La Guerra de las Galaxias.

Es posible que Gibraltar se merezca ganar Eurovisión, lástima que no participe, pero tanto el Gobierno como la ciudadanía española deberían entender que en ocasiones el derecho de autodeterminación es un recurso desesperado que se esgrime en legítima defensa. España siempre ha sido un magnífico sitio del que huir. Desde este lado de la verja, al patriotismo sólo le queda el consuelo de refugiarse en el vaporoso mundo de las cifras macroeconómicas: seguro que Gibraltar arrastra un déficit oculto de tamaño descomunal.

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