Para hacernos una idea aproximada en torno a en manos de quiénes estamos basta contemplar a Bruselas, Angela Merkel y los principales periódicos financieros implorando al electorado griego un ejercicio de responsabilidad. Es como si el Coyote pidiera al Correcaminos que le acompañaran al supermercado para comprar la merienda-cena. Las plegarias procedentes de la Eurozona sólo pueden estimular en Grecia el voto antimoneda única, dada la inveterada tendencia de la gente a conservar la respiración, así tenga que arrancarse del cuello la garra que le asfixia. Si ni aún así Syriza arrasa en las urnas es que son una cuadrilla de inútiles, otro partido político convencional.
Esto funciona como una cadena de favores en la que, al final, la culpa de todo la tienen los bancos. Así, según la versión para mayores de doce años y menores acompañados de algún adulto que corretea ahora mismo por Internet, los griegos son un pueblo inocente, víctima del neoliberalismo salvaje que les injertó la perfidia política de los dirigentes que eligieron sucesivamente, ni una, ni dos, ni cuatro veces, sino bastantes más, a lo largo de varias décadas.
Aquí, en España, también apoyamos a la izquierda radical con el fervor de quien acaba de entregarse sin condiciones al gran Rajoy. Nuestros plantones suelen ser por delegación y nuestras revoluciones, por poderes. Este astuto proceder nos evita acarrear después con las engorrosas consecuencias. Apoyamos a Syriza de forma incondicional, a condición de que gane. Ya hemos adoptado este modelo de solidaridad internacionalista en anteriores ocasiones y con notable éxito: véase Obama, véase zapatistas. Hollande estaba llamado a ser nuestro enésimo Kalashnikov ajeno, pero el advenimiento de una socialdemocracia europea de nuevo cuño no termina de prosperar.
No es un fenómeno local: los gustos de las audiencias se han homogeneizado hasta límites insospechados en todo el mundo. Ni copiando conseguimos ser originales. La división internacional del trabajo revolucionario funciona así: Grecia se planta ante Bruselas y ajusta cuentas en nuestro nombre, en tanto nosotros corremos con la tarea más complicada: ganar la Eurocopa. Sólo juntos lo conseguiremos. El pueblerino unido, jamás será vencido. Lo dicen hasta los que no saben bailar el sirtaki.
Syriza representa ahora mismo la esperanza del domingo por la tarde. Ha sido muchos tiempo -casi una semana, podría decirse- esperando este momento y ahora todos -del ‘Financial Times’ a Anonymous- ya sabemos con exactitud qué es lo que a los griegos les conviene votar. En plano cenital, Syriza es a la impedida izquierda española de raigambre ‘mar adentro’ lo que Mayor Oreja y Redondo Terreros al Basta Ya. En breve comprobaremos si con idéntico resultado que hace una década.