No es que sean eternos, peor aún: es que son omnipresentes. La pena de las borracheras colectivas de la Roja es que sus protagonistas siempre alcanzan el escenario de La Cibeles en la fase de la exaltación de la amistad y cantos regionales, saltándose limpiamente la del tuteo a la autoridad e insulto al clero.

El componente más asombroso de las victorias de la selección española no radica en la pasmosa facilidad con la que las acumulan, sino en su insaciable sed de triunfos aún a sabiendas de lo que les aguarda a la vuelta. A una recepción en La Zarzuela a cargo de un monarca que cada día parece más escapado de un documental de Canal Historia, le sigue un paseo en autobús por las calles de Madrid inspirado en los pasos de la Semana Santa. El remate a todo esto es el show del ‘speaker’ Reina. Cualquiera que haya sobrepasado el límite de alcoholemia sabe lo insportable que puede llegar a ser un gritón a tu lado armado con un micrófono.

Desde ayer sabemos que los jugadores españoles no sólo conforman la mejor selección de la historia, sino que uno a uno y todos ellos son excelentes personas, hasta llegar a Fernando Llorente que, ni ha pisado el terreno de juego y que por eso mismo constituye el mejor ejemplo para todos los niños del país. “Un grupo Fordmidable”, dijo el rey, en un guiño a su deportivo descapotable favorito. También es probable que el cobro de unas primas descomunales contribuya lo suyo a dulcificarte el carácter.

Cualquier objeción que uno ose formular a semejante tomatina es replicada de inmediato con el incontestable argumento de que “de vez en cuando también hace falta alguna alegría”. Lo pasmoso es que, entre alegría y alegría, el pueblo nunca encuentre un momento para exteriorizar con la misma pasión e intensidad su ira, lo cual explica por sí solo buena parte de nuestra historia.

Y por último, señalar que cada vez que me cuestiono en voz alta la fragilidad mental de algunos jugadores y alguien me apostilla que “también tú serías tonto si tuvieras veinte años y todas las tías que quisieras”, me interrogo sobre la clase de mujerzuelas con las que está habituado a relacionarse a mi interlocutor. Aquí queda dicho de cara al Mundial de Brasil.