España sólo consigue simular que sale a flote los domingos. Mientras el resto de los días de la semana se hunde en un marasmo de datos económicos que presagian un rescate en el que no habrá supervivientes, el descanso semanal de los mercados nos devuelve la atmósfera de los días en los que aún no eran vísperas de embargo nacional. Basta que la Bolsa cierre para que el Ibex-35 deje de desplomarse y que los calificadores de deuda se vayan a sus McVillas para que el país cese de depreciarse. El secreto del éxito es la inactividad. Hasta Rajoy triunfó como jefe de la oposición mientras se mantuvo inerte, el descalabro ha empezado en cuanto se ha puesto a manos a la obra como dios manda. Si dividimos el número de días que Mariano lleva de presidente del Gobierno por el incremento que en ese período ha experimentado la prima de riesgo española, el resultado es impropio de alguien que convirtió el Don Tancredo en una arte marcial. Después de siete meses de gobierno es necesario que el país cese en su actividad laboral para que se aleje la sombra del rescate y la destrucción de empleo. Ni siquiera llegan amenazas desde Bruselas. Los domingos son para nosotros lo que la jungla para el soldado japonés que no sabe que la guerra terminó hace setenta y siete años. Si los domingos a la mañana no vas a misa, la misa viene a ti. La crisis se presentó bajo el falso nombre de desaceleración. Nos cogió esquiando en invierno, veraneando en verano, con una hipoteca y una segunda en la bandeja de entrada, dos coches y a puntito de comprar un juego de palos de golf y, sin embargo, ni por asomo llegamos a rozar el estatus de ‘nuevos ricos’, sólo el de ‘ricos de pega’, mediopelistas. Había tantos inmigrantes a nuestro alrededor, algunos incluso trabajando en nuestro propio hogar, que bajo el influjo del contraste de colores llegamos a creernos medio blancos. Ahora volvemos a nuestra condición primigenia de negros sin ritmo. Somos a Europa lo que el regetón al reggae, su parodia en astracán. Si los llamados derechos sociales vuelan ante nuestra mirada de estupor es únicamente porque la mayoría está convencida de que se podrá descargar de internet otros nuevos, bastará con tan clicar el ratón. Sólo las encuestas dominicales irrumpen con estrépito. Tú me dirás cómo se va a restablecer la confianza de los inversores en un país en el que de cada diez personas consultadas que opinan que el Gobierno lo está haciendo mal o muy mal y que la situación irá a peor, nueve confiesan que volverían a votarle. Está todo dicho. Podéis ir de pubs.