El guitarrista Mick Taylor ha contado que cuando en 1969  ingresó en los Rolling Stones era vegetariano y cuando abandonó el grupo seis años después, se había  convertido en politoxicómano. La Semana Grande donostiarra ofrece la posibilidad de realizar el mismo trayecto pero en sentido inverso y en tan sólo ocho días. Las fiestas donostiarras de verano siempre han sido una invitación a la transgresión permanente con etapa reina en el concurso de tortilla de patatas, no olvidemos que algunos incluso le echan incluso cebolla o pimiento, las dos cosas los más viciosillos. En este contexto se sitúa el I Concurso de Ensaladas, una de las audaces innovaciones introducidas en esta edición, presentada ayer en un contexto escenográfico que,  estéticamente hablando, bebe de  las granjas de Proyecto Hombre. La estampa es una exhortación a cimbrearnos en medio del frenesí. Eso sí, no había visto tantas vainas juntas desde  ‘La invasión de los ultracuerpos’ (Don Siegel, 1956). Para no pecar del todo de injusto, mencionaré también la sardinada popular y el certamen de marmitako. En cualquier caso, la apuesta por el mercado de la Bretxa como escenografía festiva obligará a recurrir a Bataplán cuando toque presentar la feria de productos autóctonos.

Los jóvenes que aspiren a catar siquiera ligeramente el embriagador aroma de una fiesta iniciática deberán andar más espabilados de que nunca, so pena de acabar recibiendo al menor despiste un cursillo sobre las bondades del masticar por parsimonia en plena inmersión hortofrutícola. La idea, por diabólica, es de las que te coloca con tan sólo evocarla.  No es que se esperara que el ‘Artillero’ diera paso a una semana de depravación y desenfreno, pero jamás hubiera pensado que una master class en torno a la importancia de incluir la fruta y la verdura en un menú compuesto de primer y segundo plato acabara formando parte del programa festivo. A veces tengo la penosa impresión de estar viviendo en una gela en la que no recuerdo haberme matriculado. Quizás el año que viene venga Clinton a introducirnos en el arte de fumar canutos sin tragar el humo.  Una vez más, habrá que cruzar la Semana Grande donostiarra en apnea.