La escasa participación que cosechó ayer el I Concurso de Ensaladas de la Semana Grande donostiarra demuestra que no todo está perdido y devuelve la esperanza en una juventud sana que, llegado el momento de salir de fiesta, está incluso dispuesta a renunciar a los dudosos placeres de la escarola. En total fueron ocho las parejas de ancianos de entre 16 y 22 años que respondieron a la llamada de la selva gastronómica. Frente al concurso de tortillas, ilimitada en lo que a franjas de edad se refiere, el de ensaladas es un torpedo lanzado contra la línea de flotación de uno de nuestros sectores poblacionales más indefensos, la juventud, entendida como esa época vital marcada por el atractivo vértigo de la transgresión. Cuando las fiestas te cogen entre los 16 y los 22 años todos tus esfuerzos deben volcarse en ocupar tu mente en torno al cultivo de la desobediencia paterno-filial en cualquier de sus facetas. Desde este punto de vista, empeñarse desde pequeño en preparar la mejor ensalada no deja de ser una forma de opio, esa distracción que te impide pensar en el sexo a todas horas. Además, aprovecharse de la inocencia adolescente para introducir a los jóvenes en el mundo de la dieta saludable equivale a incubar adultos disfuncionales. La dilatada experiencia que acumula el ser humano en cuestión de juergas demuestra que siempre hay un vaso de plástico esperándote al final de esta barra de bar que llamamos vida: o te lo bebes a los quince o te lo bebes a los treinta y cinco o te lo acabarás tomando caliente. Que haya sido la izquierda abertzale la introductora en el programa de fiestas de esta iniciativa más propia de Nuevas Generaciones no deja de ser un sarcasmo, qué ‘martxa’ puede haber en el seno de en una competición de raigambre vegana y qué ‘borroka’ va a propiciar una dieta verde que te postra en un estado de ánimo más propicio para asentir ante cualquier reforma laboral que para alzar la voz. Tenemos la población más envejecida de Europa y una fama de ciudad balneario que traspasa nuestras fronteras; fomentar el ensaladismo es un ataque al pueblo vasco. Hoy más que nunca, salir de copas por la noche y dormir por la mañana es un acto de resistencia civil y, por fortuna, aún la actividad festiva más concurrida de toda la Aste Nagusia. Por muchos años.